viernes, 30 de agosto de 2013

Nocturno

Esta soy yo tratando de escribir. Esta soy yo tratando de decirte que no te quiero y que nunca te voy a querer. Y se me hace difícil. Escribir, no decirte que no te quiero, porque eso es mentira. Este soy yo, sentado, solo y ebrio. Yo soy circunstancial. Dime como quieras.
Sabes, tengo esta idea en la cabeza, de una mujer que deja que se la violen para que la policía fascista no le mate a su hijo pedófilo. Ella sabe que es un mal, pero es su mal, y prefiere condenar al mundo a esa maldad a quedarse sola. Nosotros somos así ¿no? Nos aferramos a esta mierda de conversación que tenemos día a día y decimos que es una relación. A ella se la violan todos los viernes. Se llama Chabela, y cree que es de alta alcurnia. Tiene un marido que se va a morir porque no puede comer alimentos procesados y ella lo alimenta exclusivamente de eso, porque el viejo ya no funciona y ella quiere morir sola. Yo también quiero morir solo. Es mejor. Así sé que no me vas a llorar. ¿Me vas a llorar? Cuando esté en el cajón y me tiren escupos ¿los vas a limpiar?
Escucho Mozart. Tenía razón en tantas cosas. Todos tenemos esta manía de ser dramáticos y heroicos. Si una señora se cae y yo la recojo ¿soy un héroe? Mi ropa huele a cloro y humo. Si un enfermo tira a su guagua del puente a la carretera ¿es un criminal? Pero esa guagua le estaba comiendo la vida de a poco. Por eso nunca quise tener niños, y ahora mi vagina está tan seca como el desierto que me vio crecer. Mozart no debe haber visto nunca un desierto. Es tan hermoso, tan ausente de todo que me hace pensar en ti. En nuestras conversaciones. Cuando me preguntabas si quería un té o me llevabas una manta al estudio. Este soy yo. Quiero ser una mujer, pero no, soy hombre.
Miro desde la terraza a los otros edificios. En todos hay luces, música, vida. Y yo, solo en la noche pensando en la mejor manera de mirarte a los ojos y decirte que no te quiero. No, se llama Francisca. La violada, me refiero. Se llama Francisca y es una mujer humilde, que no quiere que el único hijo que le queda se le muera. La policía lo busca por violar niños en los parques. Cuentan que se disfrazaba de perro y se acercaba juguetón, moviendo esa cola falsa, con la lengua afuera y gateando. Los niños reían, y lo acariciaban. Él caía de espaldas y los niños le revolvían la panza. Ella era la nana de un comunista, de estos que ahora viven en departamentos de muchas habitaciones y tienen nanas. Ya sabes, como tus padres. Claro, iguales a eso, pero sin tanto dispararse en la nuca. Bueno, y el hombre-perro lamía a los niños, y cuando todos pensaban que era un juego todo, él sacaba una pistola y le disparaba a las nanas y se llevaba a uno. Francisca cree que era todo un juego, porque ella nunca le pudo comprar un perro. El tipo está enfermo, claro, pero eso no importa, lo que importa es que a ella la violan.
Me encantan los violines. Tocar violín es lo que nos separa de los animales. Un violín no es un instrumento musical, es una máquina de catarsis o una tortura. Pero tú no sabes nada de eso, porque te la pasas pegado en tus pantallas. No te quiero, que te quede claro. No te quiero, pero es mentira. Cierro los ojos y te pienso. Los abro y aquí estás. No te quiero acá. Mi departamento es mi departamento. Mi cama no tiene tu olor, que te quede claro. Nunca hemos follado en mi cama y nunca lo haremos, porque mi cama es mi cama. Un violín es esencialmente violado en cada nota. Cada movimiento del arco es una penetración y cada nota un gemido, y grito desesperadamente musical, y tú sabes de eso. Claro, cuantas veces no me amarraste y me penetrabas salvajemente. Manoseabas mis tetas con pasión barata, y pensabas que eso era rico para mí. Cierto, era éxtasis, pero no te lo voy a decir porque no te lo mereces y no te quiero y que eso te quede claro porque no vas a volver a verme. No. Este soy yo follando en mi cama con otro hombre. Este soy yo penetrando salvajemente a un pobre puto que cree que lo quiero, cuando al que quiero es a ti. Esta es mi cama, con otros aromas, que no son los tuyos. Mi cama huele a cloro y latex y un poco de mierda. El otro día le di vuelta una botella de vodka barato para limpiarlo. Quiero quemar ese colchón. Mi departamento tiene 4 habitaciones. Sabes eso perfectamente. Nunca quisiste entender que no podía usar la habitación matrimonial porque esto no es un matrimonio y yo no soy la princesa que todos creen que soy o la borracha que me dicen que sea. Mira, Martín, que esto te quede bien claro. Yo soy hombrecito para mis cosas y no quiero tus sueños de vida conmigo y tus amores eternos ni los niños que ya nombraste ni el perro que quieres sacar de la calle para hacerte el héroe. No te quiero. Que te quede claro.
Y la Francisca ahora pide por favor que se la violen, porque es lo más entretenido de su semana. ¿Sabes las veces que ella ha tenido que limpiar la mierda de los calzoncillos de su jefe comunista? Porque todos saben que una dieta a base de guaguas te da diarrea, por eso los rojos siempre anda con el culo apretado y caminando bien rápido, y la sola visión de un milico los manda corriendo al baño, con el pico bien duro y el ano apretado. Tu papá decía que los mataron. Los milicos a los comunistas, me refiero. Que los llevaban al estadio y los hacían desaparecer. Nunca me creí esa idiotez. Todos saben que en los estadios se juega fútbol y no se mata gente. Tu papá decía un montón de huevadas, por eso debe ser que se tragó una pistola con balas y todo. La Francisca es feliz cuando se la violan, porque con eso mantiene a salvo dos secretos, el paradero de su hijo perro y el que quiere que se la violen. Un orgasmo forzado es de lo mejorcito que nos puede pasar a  nosotras las mujeres de mentira. Yo tengo las tetas bien puestas ¿o no? Y bueno, tengo la vagina seca pero eso es con la edad. Y la Chabela es la otra, que también esconde al hijo, pero ella no es la madre pero se jura que sí. Les cuenta a todos que lo parió en un hospital cinco estrellas y que una actriz de moda le dio pecho porque ella no podía arruinarse las pechugas.  A lo mejor eso fue lo que le arruinó la mente a huevoncito ese. Si todos saben que la leche de actrices es alta en sensibilidad, y en este mundo no se puede ser un pedófilo sensible.
Sigo pensando en los violines. Cuando nos conocimos ¿Te acuerdas? En el parque, con la fuente esa que tiraba agua de colores de fondo. Me dijiste que te habías enamorado de mi lengua y la forma en la que moldeaba el helado que me estaba comiendo. Era un helado de limón y me miraste y me sentí como un violín. Hablabas y yo respondía. Cada palabra tuya me llegaba y me movía algo. Pero no, no recorramos esa avenida. Hay que recordar lo importante, y lo importante es que no te quiero. Que eso te quede bien claro.
Odio los edificios. Son la manera eficiente de vivir, dicen, porque hay muchos hombres y poco espacio. Eso es culpa de los chinos ¿sabes? Ellos inventaron esa huevada. Bueno, no, fueron los gringos, pero los chinos lo hicieron bien. Los chinos pueden vivir en un metro cuadrado y no les importa. Tienen esos balcones diminutos y lo llenan de plantas diminutas y ponen la cama enana esa, la que está en el suelo, debajo de esas plantas por una tontera del orden o algo así. No importa. Lo que importa es que los chinos no fuman y yo no te quiero. Yo si fumo. Me encanta fumar. Eso de que el humo salga con formas raras y que adentro me deje negro y me vaya llenando de algo, no importa que sea malo, si eso da lo mismo, lo importante es llenarse de algo. Por eso tengo tantas piezas vacías, porque todo me lo meto adentro. Como cuando te dije que íbamos a estar juntos por siempre. Me tuve que tragar le dolor de decirte que no era verdad, que estaba pensando en terminar pero no me atrevía a hacerlo porque tu habías pedido una pizza y sé lo mucho que te gustan. Los chinos siempre construyendo para arriba. Es que tienen complejo de dioses y quieren vivir en las alturas y ahora todos tenemos que ir al terapeuta para que nos ayude con el vértigo y esas cosas, pero a los chinos no les importa. Claro, porque si se mata uno aparece otro igual y nadie se da cuenta. Si son tan feos. No como tú, con tus ojos brillosos y la sonrisa de niño inocente.
Por la mierda, te extraño. Me estoy tomando un té. Ya no tomo alcohol. ¿Te lo había contado? Deje de tomar porque me daba miedo mearme en la cama. Nunca me pasó, pero igual me daba miedo. Cierro los ojos e imagino que estás conmigo y puedo darte la mano y sentir tu mirada clavada en el vacío que me he vuelto. La Chabela me contaba que ella se va de crucero, y deja a su hijo solo, cuidando del enfermo ese que es su marido, pero no su padre, eh, que quede claro. Y con niños, lo deja bien encerrado con dos o tres mocosos que sacó de la calle. De esos mugrientos de campamentos que a nadie le importan. Me imagino el sufrimiento de la Francisca de pensar que uno de esos niños es su niño. Este soy yo, tratando de escribir.
No te quiero, que te quede claro. No te quiero y no te voy a querer. Soy como la otra, la violada, que deja que le hagan lo que quieran por su incapacidad de enfrentarse a ella misma y aceptar que no es verdad. Que su hijo ya no está. Que ella lo mató hace meses y lo tiene enterrado en el patio, bajo el rosal ese, que floreció tan bonito. Justo debajo de esa estatuita que puso de Jesús sufriendo en el patio. No, semana a semana ella niega todo con tal de que el paco le raje la falda de un tirón y se la viole. Trata de que la pillen en el patio, para poder mirar la imagen de Jesús sufriendo e imaginarse que no tuvo a un depravado como hijo, sino a un santo. Ay, Martín, tú sabes que estas cosas me hacen mal. Que no sirvo para decirte cosas, por eso siempre tenías que llevar el peso de las conversaciones. Y entiendo que eso te haya hastiado. Quién quiere pasar una vida con un mudo. Pero es que la Francisca me tiene mal. Le tengo tanta lástima ahora que sé que la he creado. Dicen que mató a su hijo con hielo. Que mientras dormía le abrió la boca y se los llenó de cubitos de hielo hasta asfixiarlo. Otros dicen que le maricón anda escondido en la Legua. Que se dedica a estilista ahora. Y le tengo tanta pena. ¿Nos tienes pena, Martín? Yo sí. Lamento tanto que ya no estés conmigo. Pero que te quede claro que no te quiero. El problema con las palabras es que no son retroactivas. Estoy pensando en las noches que nos fugábamos a tu departamento y me hacías cariño y me contabas del mar. Estoy pensando en las noches, nuestras noches, y siento que no voy a poder terminar esto sin un whisky. ¿Te conté que ya no tomo? ¿No? Bueno, era mentira. Mentira como que soy mujer, mentira como que soy hombre, mentira como que no te extraño.
La Chabela se llevó varias maletas bien pesadas en el crucero. Trece maletas. Todos pensaban que era mucho, pero ella no. Las mujeres con clase siempre viajan con muchas maletas, dice. Aunque nunca reveló el contenido. Verás, una mujer como ella es una mujer con trucos. Por algo logró salir de la mierda de población callampa en la que vivía y se casó con el viejo con plata ese. En las maletas lleva sus vestidos, trajes de baño y pareos. Pero no en todas. En algunas lleva los pedazos del viejo que no se quería morir y en otras al hijo enfermo. Una mujer con clase no puede vivir pensando en un pendejo. Y algunas noches las tira al mar y las ve hundirse. Igual que lo hicimos nosotros. Nos fuimos guardando cosas de a poco, y las sepultábamos. Yo en el desierto que es mi alma y tú en tu mar. Nos fuimos guardando tantas cosas. Como esa vez que no fui al funeral de tu padre porque no tenía una corbata bonita que usar. La verdad es que estaba espantado. Estaba petrificado de pensar que te iba a ver llorar, y con eso hacerte humano. Eras mío.

Este soy yo, tratando de escribir, pensando que sería mejor si hubiese sido mujer y te hubiese podido dar hijos. O tal vez simplemente no haber dejado nunca de besarte. No te quiero. Este soy yo. Solo en mi departamento que nunca quise hacer nuestro, escribiendo en mi mesa que nunca te dejé poner, en mi silla que nunca conoció tu peso. Y pienso en  la noche que me rodea y en lo fatal. El piano es el instrumento de la fatalidad. Te escucho respirar, sabes. Justo encima de mí, y mientras escribo todo esto puedo sentirte leyendo y quiero decirte que no te quiero y que soy tuyo, o que tal vez hubiese sido mejor que nunca me hubieras visto mi lengua. Te enamoraste de la forma en que mi lengua moldeaba el helado y te maté con esa misma lengua, que fue moldeándonos hasta convertirnos en esto. Frente a mi está el espejo grande que compramos juntos. Me miro y me veo mal. Mis lentes fuera de moda, mis ropas apestosas a cloro y humo y mi mirar, que nunca fue como tu mirar. Este soy yo, tratando de escribir, tratando de decirte que no te quiero, pero se me hace imposible. Me voy a servir un whisky, con harto hielo, y trataré de no ahogarme con ellos. Este soy yo, Martín, pero ahora soy otro. Este soy yo, solo.

miércoles, 23 de enero de 2013

Deja el whisky en la repisa. Segunda parte.


-Mierda snob.- Maldice Jacob mientras cruza rápido el estacionamiento lleno de deportivos del año y utilitarios de lujo. Sube a su moto y se larga. “Mierda snob” continua pensando mientras hace su descenso desde el mundo de los ricos y famosos a la grieta en la que Dios, en la infinita sabiduría que tanto le atribuye su madre, vio propicio hacerle crecer. Una población callampa incrustada en el costado del barrio más caro de toda la ciudad. “Somos la herida purulenta que no sana nunca, ni nunca sanará. Somos el recordatorio de que, encerrados en sus grandes casas, en sus condominios con rejas y guardias, todo arde. Somos el pus de esta ciudad. Y yo se los estoy dando de alimento, dando de coger”. La madre de Jacob se encuentra sumida en otra de sus borracheras espirituales. Sus labios se mueven a una velocidad sobrehumana mientras recita el Ave María. El hijo aprende de los errores del padre, por eso ha decidido que esta noche la abandonará. Sus cartas ya están jugadas. Ahora sólo queda el descanso eterno. Ha pensando en poner una bala entre los ojos de la mujer que lo parió, pero no, eso sería llevarla exactamente donde quiere. Mejor seguir el plan de su dios, y mantenerla en calidad de la santa puta de los habitantes de esta llaga. Mientras que él desaparece entre la noche y sus diamantes escondidos. Ya no más jugar al proxeneta, ya no más ser el invitado extraño, la mula. Es hora de tomar el lugar que le corresponde, como el correcto gobernante de las noches de esa basura snob.

Christine sonríe frente al espejo. Sus labios rosados, sus pezones carmines, sus pechos blancos, redondos, perfectos. Desafían a la gravedad y la someten. Sus pechos como armas. Su cuerpo como veneno. Christine siempre ha disfrutado de ciertos bailes, el flamenco, la lambada, la salsa; pero nada como el tango. El tango es un baile de seducción y de poder. Ambas partes se deslizan sobre la pista, buscando dominar al otro. El hombre con su fuerza, siempre tan obvio. No así la mujer. Un cruce de piernas, un giro de la mano, una mirada al vacío. Sí, el hombre toma a la mujer y la levanta, la gira; pero es ella quién así lo quiere. Es él el que guía, ella la que termina. Y ahora Leo cree que puede jugar con ella y escaparse con esa basura. A Christine siempre le ha gustado el tango porque la vida le ha enseñado a moverse rápido, suave y decididamente, pero nunca destruir la ilusión de estar siguiendo el paso y el ritmo de otro. Chriss sonríe frente al espejo y su mundo se vuelve rojo. Traición, venganza, olvido, muerte, amor; pasión, dame pasión. Toma su teléfono y marca.

Leonardo despierta con una extraña sensación de felicidad. El mensaje en su celular no hace sino acrecentar esa sensación. El cielo y la tierra alineados para hacerlo a él dueño de todo y todos. Sí, este es su tiempo. Desde la terraza llega el sonido de un bandoneón, lo cual quiere decir que su padre ha vuelto a casa. Baja y lo saluda con un beso en la frente. Le saca un par de uvas del plato y lo escucha mientras el viejo le cuenta de sus negocios en Río. Y mientras el viejo habla y toca su instrumento, su mente divaga. Su mirada se posa sobre la piscina y recuerda haber visto a Daniel la noche anterior. Estaba con una mujer, pero no puede recordar quién. Sabe que la conoce, pero no recuerda su nombre o de dónde es que la conoce. No importa. Se enfoca en los recuerdos del amanecer. En el recuerdo del sabor de su boca, del toque de sus manos, de sus ojos y esa mirada tan honesta, que nunca se había percatado y asume me esconde. Debe de haber sido el primero en haberla visto.
-Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca me miras y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos…-
-las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos, donde un aire pesado va y viene con su perfume viejo y un silencio. Julio Cortázar.-
-Quería sorprenderte.-
-Si quieres sorprenderme, dime lo mismo con tus palabras. Dime en tu voz lo que sientes y no te refugies en palabras acartonadas.-
-Pensaba que así…-
-Así es fácil. Sé un hombre. Sé verdad.-
El silencio de su padre lo saca de los recuerdos. Sonríe, asiente y dice que quiere nadar un rato. Perder la gravedad debería ayudarlo a recordar quién era esa mujer y por qué emana de ella esa podredumbre con tufo a amenaza.

Daniel despierta con un ligero dolor de cabeza y asco. La siesta no lo ayudó mucho. Este es uno de esos días en los que nada lo ayudará mucho.

Debe ser tan fácil ser ella u otra. O tal vez un hombre. ¿Qué eres ahora? Tu corazón sigue latiendo, pero ya no importa mucho. Tus manos tiritan por otra dosis. Quieres un golpe. Lo necesitas. Belleza, a eso se reduce todo, a la belleza. La belleza de romper con todo en cosa de meses. Pensaste que siendo deseada tendrías todo, hasta que lo conociste. Sus ojos negros, su sonrisa rápida, sus manos suaves. Te dio tu primer orgasmo múltiple. ¿Cuántas horas muertas pasaron mientras acariciabas el vello de su pecho? Y ahora tus uñas están rotas, como tus manos. Pequeñas heridas dejan salir pequeñas gotas. Ahora tus morenas manos están siempre perladas en carmesí. Una dosis más. Tratas de controlar tu respiración. El sudor te hace arder los ojos y tu pulso te traiciona. La habitación es cada vez más pequeña. Los ronquidos del tipo se hacen cada vez más fuertes. Una dosis más. Tal vez en sus pantalones. Te acercas y buscas en sus bolsillos. Nada. Una pequeña bolsita en su billetera, pero no le queda nada, sólo residuos. Igual te metes el plástico a la nariz y aspiras. Un poco. Necesitas más. Las paredes cambian de color y ahora llevas un vestido floreado. No recuerdas haberlo comprado ni habértelo puesto. Es una talla más grande y te queda flotando a la altura de los pechos. ¿Qué han hecho con mis pechos? Te acercas nuevamente a la cama y ahora es una mujer la que duerme, y luego aparece él, con sus ojos negros y sus manos grandes, pero ya no sonríe. Te llama nombres y luego te lanza algo. Una dosis más y cierras los ojos. ¡ASPIRA!

Los resultados llegan. Cancer. Terminal. 5 meses sin quimio. E incluso si accediese al tratamiento, un año. Acabas de perder a tu madre, Dany-boy. Acabas de quedarte sólo en el mundo. ¿Y tu reacción? ¿No es ese un vodka? Toma el auto y vete lejos. Ahora es cuando, Dany-boy. Nadie espera nada de ti. Nunca lo hicieron. Cinco putos meses y no le diste la mano siquiera. Vete lejos, Dany-boy, aquí nadie te quiere ni te necesita. Busca el número de la niña de anoche. La llama. Media hora después está en su casa. Una hora después ya están follando. Pasarán la siguiente hora en la cama. Ella le hablará de cosas sin importancia y él mirará el techo. Eventualmente Daniel se largará a llorar. Ella le preguntará que le pasa y él le contará todo. Ella le soltará la mano y lo golpeará en el rostro. Ya no eres humano, Dany-boy. Bienvenido al club.

El frío del metal contra su mano. Siempre pensó que eran más ligeras. La levanta y apunta al florero al fondo del jardín. Baja el arma, toma un trago de whisky y lanza la botella al aire. Dos disparos y fragmentos de vidrio llueven sobre su cabeza. El florero estalla poco después de que la primera gota caiga sobre sus cabellos. Una sonrisa, una bala y una lluvia de whisky es un final apropiado.

Y aquí es cuando te conocí ¿Lo recuerdas? Tu vestido floreado estaba rajado y dejaba ver la areola de tu pezón izquierdo. Te llevé a mi departamento y te di toda la cocaína que pudiese jalar. Te tomaste una botella de whisky que encontraste en alguna de mis repisas y te quedaste dormida en la terraza, con la botella en la mano. Te di un baño en la tina, pero me aseguré que el agua estuviese tibia para no despertarte. Estuviste dormida por dos noches y un día. Cuando despertaste te di de comer y te pedí llorando que me dejaras ayudarte. No sabes cuantas noches soñé con esto. Desde que éramos niños, soñaba con apoyar mi cabeza en tu pecho y sentir tus latidos. De besar tus labios suavemente, con apenas un roce. Quería decirte tantas cosas y lo único que podía hacer era pedirte que me dejaras volver a armarte. Siempre he sido un tonto.

Daniel marca el número de su hermana por quinta consecutiva. No hay respuesta. La empleada le dijo que había salido apurada y no dijo donde iba. El guardia del condominio le dijo que había salido. Que llevaba un vestido rojo y se había subido a un auto azul que la esperaba en la esquina. No, no vio quién manejaba ni la patente. Daniel necesita encontrarla. Ella es la clave para su redención. Pregunta a todo el mundo conocido, pero nadie sabe de ella. Alguien le dice que fue a encontrarse con Leo. Que Leo dijo que le iba a pedir matrimonio y que estaba seguro que era ella. No, no se lo dijo a él, se lo dijo a la amiga de su hermana, y él la escuchó hablar por teléfono. Daniel ahora sabe donde se dirigen, al Café de los Recuerdos. Danielito, tu viaje por la redención va a ser más una carrera.

Ahí estaba él. Leonardo sentado en la mesa que antes era su mesa. No estaba solo. Leonardo sentado en lo que antes era su mesa, que ahora debía ser de ellos. Eran otras uñas las que se clavaban en sus muñecas, otros labios que rozaban sus labios. Otros ojos lo entretenían. Sintió el sucio y frío mango de la pistola en su bolso y dio un largo y delicado paso.
-Supongo que nunca pensaste encontrarme donde siempre.-
Christine siempre había tenido tal elocuencia frente a situaciones macabras.

Y te voy a amar por siempre y cariño como no te das cuenta que no voy a estar tranquilo sin tenerte en mis brazos. Deja el whisky en la repisa y lo tomaré yo solo. Y nunca me gustó tu pelo ni esa gente con la que te acostabas. Y no voy a estar tranquilo hasta abrazarte fuerte y te amo para siempre cariño como no te das cuenta que no voy a estar satisfecho hasta apretarte contra mí. Deja el whisky en la repisa. Cómo no te das cuenta que no estoy satisfecho…

jueves, 10 de enero de 2013

Deja el whisky en la repisa. Primera parte.


Ella se mueve con la música. Es rápida, tentadora, dulce, delicada, difícil, arisca, lejana, idiota; tan, tan idiota… Ella se mueve con la música porque cree que la hace ver espectacular, que destaca. Son sus movimientos torpes al ritmo de canciones que nunca nadie debió haber compuesto. Ritmos baratos, como las emociones de esta noche. Y claro, ella, tratando en vano de ser más de lo que es, de ser nueva. La he visto antes, miles de veces en otras sombras. Llevaba el pelo recogido, la última vez que la vi; era morena, y llevaba un par de pendientes de plumas. O puede que haya sido alguien más. Otra. Quién sabe. Daniel me pregunta si quiero otra línea. Le digo que si. Lo bueno de la gente que tiene plata es que no le molesta que me tire tres o seis gramos de coca mientras les siga trayendo gente para llenar sus grandes casas de grandes pechos, grandes potos, grandes vergas. Gran buffet latino. Todo lo que pueda chupar, abierto las 24 horas. Daniel me pregunta si quiero tirar. Me doy vuelta y le rompo la nariz de un cabezazo. Uno de los sillones se salpica de sangre. Seguramente su madre podrá hacerlo pasar como decoración post post moderna o algo así… Le pido disculpas a Daniel y le digo que pensaba que era Leonardo. Sabe que no soporto a Leonardo.

Ahora eres tú esnifando cantidades industriales de polvo blanco. Te duele un poco la nariz porque es tu primera vez. Sientes la droga entrar a tu sistema circulatorio y golpear tu sistema nervioso. Claridad absoluta. Te das cuenta que los demás han estado ebrios toda la noche. Miras tus manos y logras ver con nitidez el corte en tu pulgar derecho empezando a secarse. Aún quedan algunas gotas carmesí. El mundo ha dejado de pertenecer a Disney. ¡HEY! DESPIERTA QUE ALGUIEN TE QUIERE FOLLAR.

Apenas y puede moverse. El sol se filtra por un pequeña abertura entre sus cortinas e impacta directamente sobre su párpado derecho. Trata de refugiarse bajo la almohada, pero el brusco movimiento le recuerda que su cabeza es un huevo de plata y dentro existe una yema de mercurio que se azota contra la cáscara. Tantea en su velador por alguna pastilla. Sus dedos encuentran dos y se las lleva a la boca. Los músculos de sus brazos apenas le responden. Se siente como si lo hubieran golpeado. Como si un grupo de gigantes lo hubiese usado para descargar años de frustraciones. Logra ponerse en pie, pero vuelve a caer a la cama. Aún sigue mareado y la nausea es insoportable. Está desnudo, pero no recuerda haberse desnudado. Su noche es confusa. Se esconde bajo las sábanas y espera que vuelva a anochecer. Últimamente los días no han sido buenos con él.

Robarme el corazón fue tan fácil. Necesitaste de una sonrisa nocturna en medio de las explosiones de luces y música. Éramos refugiados sin hogar, vagando en la penumbra inducida por el alcohol. Me ofreciste una calada de un mal tipo de marihuana. Un bomba  de humo estalla en mis ojos, y todo desaparece excepto tu sonrisa. Te vuelves luminoso y no alcanzo a terminar de decirte que estoy volando cuando ya te estoy ofreciendo otro ácido. Mis dedos pasan por tu cuello y se hunden ligeramente en carne y una oleada de calor los retira es tu pulso que aumenta la noche nos termina en la casa de un amigo te convertiste al sionismo lunar eras todo un espectáculo riendo bromeando casi golpeas a Daniel con un vaso pero se movió la pieza y ahora no encuentro mi ropa me lamento de haber follado y la polera es negra nuevamente me cubre los senos mientras voy en el metro y la gente me mira y no puedo dejar de pensar en ti menos mal que robé tu celular madre me llama y le digo que no me quiero casar y que cancele todo te llamo con tu mismo número y te pido mil perdones pero no quiero decir la verdad y simplemente me dejo caer en la cama exhausta. Robar mi corazón te resultó tan fácil…

Leonardo se levanta lentamente. El dolor en su sien ha remitido hasta ser un zumbido molesto que continua permanentemente. Toma su Ipod y Deadmau5 empieza a sonar. La música recorre su sistema nervioso como una corriente continua. La mueca en su cara se transforma en una sonrisa mientras se pasea desnudo por la pieza. Recoge una polera morada del suelo y unos pantalones blancos con detalles azules que sólo se ven bajo una luz ultravioleta. Jala medio gramo de coca. Busca entre sus libros a Hemingway. Abre “Muerte en la tarde” y saca una atajo de bolsitas de plástico que están pegadas al lomo. Xs, dos gramos de coca, un poco de mescalina, popper, tres ravotril y unos cuantos alprazolam genérico. Uppers and downers, baby! Es 9 de abril, y no hay motivo alguno para no buscar la muerte esta noche. Leonardo tiene completa conciencia que puedo morir, pero sabe que no pasará. Mide 1,87, tiene los ojos verdes, casi calipso, el pelo castaño claro y un bronceado perfecto. Su físico está en decadencia, pero aún así se mantiene bien. Varias agentes de modelaje le han ofrecido trabajo, pero lo rechaza siempre con la misma respuesta “Prefiero follarme a las modelos y follarme con la cámara”. Leonardo sabe que puede morir de la misma forma que sabe que no pasará. Es demasiado lindo, demasiado alta sociedad, demasiado afortunado. Las desgracias le pasan a gente que no tiene nombre, que no tiene belleza, que no tiene nada por que vivir. Agarra una cortaviento de su hermano y saca una botella de vodka del bar de la casa. 11:30. Hora de estar en otra parte. Las luces pasan constantes sobre el parabrisas. Llama a Christine. Ella lo invita a la casa de un amigo, porque el novio de él va a exponer sus nuevos cuadros. Le dice que la pase a buscar. El cuelga sin responder nada. La noche es cruel al ponerla nuevamente en su camino. Sonríe y se mete una pastilla a la boca. Cualquiera.

Christine lleva puesta una polera de los Rolling rajada, dejando al descubierto su hombro izquierdo y unos jeans ceñidos. No lleva sostén. Se sube al auto rápidamente y le da un beso casi etéreo en mejilla, dejando apenas un rastro de lápiz labial. Ella es hermosa. Le habla de lo mucho que va disfrutar la fiesta y de todos los invitados que él conoce, de cómo toda esta gente es tan importante y va a cambiar su forma de ver el arte post-moderno. Por lo visto, el novio del maricotas del dueño de casa es una mezcla entre un gásfiter y Jackson Pollock. Ella es una idiota que no tiene nada que decir, y aún así, no para de emitir ruido. Leonardo toma otra pastilla. “Jajajajaja. Leo, un día de estos me te vas a terminar intoxicando si no te cuidas. ¿Te quedan azules?”

Daniel se mueve por la fiesta sin mirar a nadie a la cara. No hay sexo, no hay drogas, no hay rock; no habrá amor esta noche para el pobre Danielito. Ve la puerta abrirse y entra Leo con Chriss. Ambos demasiado buenos para mirar al suelo. Se pregunta como no les da dolor de cuello mirar tanto de reojo. Y aún así, no echaría a ninguno de los dos de su cama. No, recuerda que no hay sexo esta noche. Cuidado, Danielito, que te están mirando. Todavía lleva un pequeño parche sobre la nariz y una buena capa de base para esconder los moretones. Se encuentra con su amigo Ignacio y su novio Jabid, el artista que cree que clavar un tubo de PVC a una tela de óleo y salpicarlo de pintura roja es arte. Al menos el nombre del cuadro es bueno “Menstruación mal pagada”. Dios tiene sentido del humor, definitivamente. De que otra forma iba a hacer a los homosexuales, tan buenos para aguantar el dolor en el culo y tan buenos para desparramar mierda por la boca
-Es post-deconstructivismo.-
-Es mierda, Ja, pero si quieres ponerle un estilo, sí, es una buena mierda post- deconstrucitivista.-
-¿Qué puede entender un periodista cesante y mantenido de arte?-
-Lo mismo que el artista mantenido, supongo.-
-¡Basta ustedes dos!-
-Lo siento. Supongo que tengo alma, pero nunca logré hacer nada con ella.-
-Eres un soldado perfecto, entonces.-
-Sí, tienes razón. Espero nunca te encuentres del lado equivocado de mi mira.-
-No me preocupo por eso, Lito. La única vida que has logrado destruir es la tuya.-
Daniel va a la barra y agarra una botella de Blue Goose y se escabulle al patio. Lanza la botella a la piscina y se tira. Bajo el agua, todo se vuelve una cacofonía azul. El gin es azul, la luz de la piscina, la noche, la luna distorsionada (¿O es una burbuja subiendo?). Daniel, Danielito, Lito, no importa el nombre, ya no hay más vida. Larga vida a la muerte. Cuando emerja, Daniel se tomará la botella entera antes de salir del agua. En quince minutos más una joven llamada Pamela entrará al agua con él. Se colgará de sus hombros, le sacará el pelo de la frente y admirarán juntos las obras de Jabid, del quien Daniel ahora es todo un admirador. Casi una hora después de eso, él la llevará a una de las piezas donde follarán por casi veinte minutos. Daniel deberá vomitar inmediatamente después.

Te despiertas ahogado. El calor es infernal y sientes que son varios grados más por culpa de la deshidratación. Incluso moverte a la piscina parece demasiado lejos. Una mujer mayor aparece. Lleva un delantal blanco puesto, pero no logras distinguir mucho más. Te acerca un vaso de agua y dos pastillas. Las tomas. Cuando vuelves a despertar, el sol se ha ido y con eso el calor. Te asomas al patio y logras darte cuenta de tu desnudes. No importa. Caminas hasta la piscina y te zambulles. Recuerdas pocas cosas de anoche. Una chica llamada Jenny. Ruidos de helicópteros. Una luz fuerte. Sueño. A Pamela entrando a la piscina. Recuerdas gritar que te dejaran ir. Recuerdas haber cerrado los ojos. Recuerdas que… ¿Qué? No hay mucho más. Los santos miran al cielo. La voz de tu madre resuena a lo lejos. ¡HEY! DESPIERTA QUE ALGUIEN TE QUIERE FOLLAR.

-¿Viniste solo?-
-Sí.-
-¿Y Chriss?-
-No pudo seguirme el ritmo. Le metí unos calmantes en el trago.-
-¿Estará bien?-
-¿Importa?-
-No, supongo que no. Sólo quería que estuviéramos a solas.-
-Y ahora me tienes.-
-Creo que nunca nadie te tendrá.-
-Siempre dices lo mismo.-
-Y aún no eres mío.-
-Sonríe como si lo sintieras.-

Daniel se despierta y ve a Jacob escabullirse de la casa. Probablemente alguna de sus amigas putas ha desaparecido nuevamente. El por qué sus amigos encuentran atractivo andar cerca de ese chulo aún lo evade. Baja lentamente las escaleras y sale al patio. La polera que lleva puesta no es de él, aunque tampoco los pantalones. Se desnuda y salta a la piscina. El frío lo golpea como cuchillas rebanando su piel, adentrándose en su sien y haciéndole gritar. Rompe la superficie y sale de la piscina. Sus músculos no soportan más esfuerzo. Se tiende en el pasto y deja que las hormigas caminen sobre él. “Y si todo el universo es esto. Nosotros somos hormigas caminando sobre un tipo demasiado desnudo y cansando como para molestarse en sacarnos. Y aún así, sabiendo todo esto, igual nos molestamos en destruirnos. Nos vamos a hacer mierda antes de hacernos respetables”. Daniel despertará en unas horas, ligeramente insolado.