viernes, 30 de agosto de 2013

Nocturno

Esta soy yo tratando de escribir. Esta soy yo tratando de decirte que no te quiero y que nunca te voy a querer. Y se me hace difícil. Escribir, no decirte que no te quiero, porque eso es mentira. Este soy yo, sentado, solo y ebrio. Yo soy circunstancial. Dime como quieras.
Sabes, tengo esta idea en la cabeza, de una mujer que deja que se la violen para que la policía fascista no le mate a su hijo pedófilo. Ella sabe que es un mal, pero es su mal, y prefiere condenar al mundo a esa maldad a quedarse sola. Nosotros somos así ¿no? Nos aferramos a esta mierda de conversación que tenemos día a día y decimos que es una relación. A ella se la violan todos los viernes. Se llama Chabela, y cree que es de alta alcurnia. Tiene un marido que se va a morir porque no puede comer alimentos procesados y ella lo alimenta exclusivamente de eso, porque el viejo ya no funciona y ella quiere morir sola. Yo también quiero morir solo. Es mejor. Así sé que no me vas a llorar. ¿Me vas a llorar? Cuando esté en el cajón y me tiren escupos ¿los vas a limpiar?
Escucho Mozart. Tenía razón en tantas cosas. Todos tenemos esta manía de ser dramáticos y heroicos. Si una señora se cae y yo la recojo ¿soy un héroe? Mi ropa huele a cloro y humo. Si un enfermo tira a su guagua del puente a la carretera ¿es un criminal? Pero esa guagua le estaba comiendo la vida de a poco. Por eso nunca quise tener niños, y ahora mi vagina está tan seca como el desierto que me vio crecer. Mozart no debe haber visto nunca un desierto. Es tan hermoso, tan ausente de todo que me hace pensar en ti. En nuestras conversaciones. Cuando me preguntabas si quería un té o me llevabas una manta al estudio. Este soy yo. Quiero ser una mujer, pero no, soy hombre.
Miro desde la terraza a los otros edificios. En todos hay luces, música, vida. Y yo, solo en la noche pensando en la mejor manera de mirarte a los ojos y decirte que no te quiero. No, se llama Francisca. La violada, me refiero. Se llama Francisca y es una mujer humilde, que no quiere que el único hijo que le queda se le muera. La policía lo busca por violar niños en los parques. Cuentan que se disfrazaba de perro y se acercaba juguetón, moviendo esa cola falsa, con la lengua afuera y gateando. Los niños reían, y lo acariciaban. Él caía de espaldas y los niños le revolvían la panza. Ella era la nana de un comunista, de estos que ahora viven en departamentos de muchas habitaciones y tienen nanas. Ya sabes, como tus padres. Claro, iguales a eso, pero sin tanto dispararse en la nuca. Bueno, y el hombre-perro lamía a los niños, y cuando todos pensaban que era un juego todo, él sacaba una pistola y le disparaba a las nanas y se llevaba a uno. Francisca cree que era todo un juego, porque ella nunca le pudo comprar un perro. El tipo está enfermo, claro, pero eso no importa, lo que importa es que a ella la violan.
Me encantan los violines. Tocar violín es lo que nos separa de los animales. Un violín no es un instrumento musical, es una máquina de catarsis o una tortura. Pero tú no sabes nada de eso, porque te la pasas pegado en tus pantallas. No te quiero, que te quede claro. No te quiero, pero es mentira. Cierro los ojos y te pienso. Los abro y aquí estás. No te quiero acá. Mi departamento es mi departamento. Mi cama no tiene tu olor, que te quede claro. Nunca hemos follado en mi cama y nunca lo haremos, porque mi cama es mi cama. Un violín es esencialmente violado en cada nota. Cada movimiento del arco es una penetración y cada nota un gemido, y grito desesperadamente musical, y tú sabes de eso. Claro, cuantas veces no me amarraste y me penetrabas salvajemente. Manoseabas mis tetas con pasión barata, y pensabas que eso era rico para mí. Cierto, era éxtasis, pero no te lo voy a decir porque no te lo mereces y no te quiero y que eso te quede claro porque no vas a volver a verme. No. Este soy yo follando en mi cama con otro hombre. Este soy yo penetrando salvajemente a un pobre puto que cree que lo quiero, cuando al que quiero es a ti. Esta es mi cama, con otros aromas, que no son los tuyos. Mi cama huele a cloro y latex y un poco de mierda. El otro día le di vuelta una botella de vodka barato para limpiarlo. Quiero quemar ese colchón. Mi departamento tiene 4 habitaciones. Sabes eso perfectamente. Nunca quisiste entender que no podía usar la habitación matrimonial porque esto no es un matrimonio y yo no soy la princesa que todos creen que soy o la borracha que me dicen que sea. Mira, Martín, que esto te quede bien claro. Yo soy hombrecito para mis cosas y no quiero tus sueños de vida conmigo y tus amores eternos ni los niños que ya nombraste ni el perro que quieres sacar de la calle para hacerte el héroe. No te quiero. Que te quede claro.
Y la Francisca ahora pide por favor que se la violen, porque es lo más entretenido de su semana. ¿Sabes las veces que ella ha tenido que limpiar la mierda de los calzoncillos de su jefe comunista? Porque todos saben que una dieta a base de guaguas te da diarrea, por eso los rojos siempre anda con el culo apretado y caminando bien rápido, y la sola visión de un milico los manda corriendo al baño, con el pico bien duro y el ano apretado. Tu papá decía que los mataron. Los milicos a los comunistas, me refiero. Que los llevaban al estadio y los hacían desaparecer. Nunca me creí esa idiotez. Todos saben que en los estadios se juega fútbol y no se mata gente. Tu papá decía un montón de huevadas, por eso debe ser que se tragó una pistola con balas y todo. La Francisca es feliz cuando se la violan, porque con eso mantiene a salvo dos secretos, el paradero de su hijo perro y el que quiere que se la violen. Un orgasmo forzado es de lo mejorcito que nos puede pasar a  nosotras las mujeres de mentira. Yo tengo las tetas bien puestas ¿o no? Y bueno, tengo la vagina seca pero eso es con la edad. Y la Chabela es la otra, que también esconde al hijo, pero ella no es la madre pero se jura que sí. Les cuenta a todos que lo parió en un hospital cinco estrellas y que una actriz de moda le dio pecho porque ella no podía arruinarse las pechugas.  A lo mejor eso fue lo que le arruinó la mente a huevoncito ese. Si todos saben que la leche de actrices es alta en sensibilidad, y en este mundo no se puede ser un pedófilo sensible.
Sigo pensando en los violines. Cuando nos conocimos ¿Te acuerdas? En el parque, con la fuente esa que tiraba agua de colores de fondo. Me dijiste que te habías enamorado de mi lengua y la forma en la que moldeaba el helado que me estaba comiendo. Era un helado de limón y me miraste y me sentí como un violín. Hablabas y yo respondía. Cada palabra tuya me llegaba y me movía algo. Pero no, no recorramos esa avenida. Hay que recordar lo importante, y lo importante es que no te quiero. Que eso te quede bien claro.
Odio los edificios. Son la manera eficiente de vivir, dicen, porque hay muchos hombres y poco espacio. Eso es culpa de los chinos ¿sabes? Ellos inventaron esa huevada. Bueno, no, fueron los gringos, pero los chinos lo hicieron bien. Los chinos pueden vivir en un metro cuadrado y no les importa. Tienen esos balcones diminutos y lo llenan de plantas diminutas y ponen la cama enana esa, la que está en el suelo, debajo de esas plantas por una tontera del orden o algo así. No importa. Lo que importa es que los chinos no fuman y yo no te quiero. Yo si fumo. Me encanta fumar. Eso de que el humo salga con formas raras y que adentro me deje negro y me vaya llenando de algo, no importa que sea malo, si eso da lo mismo, lo importante es llenarse de algo. Por eso tengo tantas piezas vacías, porque todo me lo meto adentro. Como cuando te dije que íbamos a estar juntos por siempre. Me tuve que tragar le dolor de decirte que no era verdad, que estaba pensando en terminar pero no me atrevía a hacerlo porque tu habías pedido una pizza y sé lo mucho que te gustan. Los chinos siempre construyendo para arriba. Es que tienen complejo de dioses y quieren vivir en las alturas y ahora todos tenemos que ir al terapeuta para que nos ayude con el vértigo y esas cosas, pero a los chinos no les importa. Claro, porque si se mata uno aparece otro igual y nadie se da cuenta. Si son tan feos. No como tú, con tus ojos brillosos y la sonrisa de niño inocente.
Por la mierda, te extraño. Me estoy tomando un té. Ya no tomo alcohol. ¿Te lo había contado? Deje de tomar porque me daba miedo mearme en la cama. Nunca me pasó, pero igual me daba miedo. Cierro los ojos e imagino que estás conmigo y puedo darte la mano y sentir tu mirada clavada en el vacío que me he vuelto. La Chabela me contaba que ella se va de crucero, y deja a su hijo solo, cuidando del enfermo ese que es su marido, pero no su padre, eh, que quede claro. Y con niños, lo deja bien encerrado con dos o tres mocosos que sacó de la calle. De esos mugrientos de campamentos que a nadie le importan. Me imagino el sufrimiento de la Francisca de pensar que uno de esos niños es su niño. Este soy yo, tratando de escribir.
No te quiero, que te quede claro. No te quiero y no te voy a querer. Soy como la otra, la violada, que deja que le hagan lo que quieran por su incapacidad de enfrentarse a ella misma y aceptar que no es verdad. Que su hijo ya no está. Que ella lo mató hace meses y lo tiene enterrado en el patio, bajo el rosal ese, que floreció tan bonito. Justo debajo de esa estatuita que puso de Jesús sufriendo en el patio. No, semana a semana ella niega todo con tal de que el paco le raje la falda de un tirón y se la viole. Trata de que la pillen en el patio, para poder mirar la imagen de Jesús sufriendo e imaginarse que no tuvo a un depravado como hijo, sino a un santo. Ay, Martín, tú sabes que estas cosas me hacen mal. Que no sirvo para decirte cosas, por eso siempre tenías que llevar el peso de las conversaciones. Y entiendo que eso te haya hastiado. Quién quiere pasar una vida con un mudo. Pero es que la Francisca me tiene mal. Le tengo tanta lástima ahora que sé que la he creado. Dicen que mató a su hijo con hielo. Que mientras dormía le abrió la boca y se los llenó de cubitos de hielo hasta asfixiarlo. Otros dicen que le maricón anda escondido en la Legua. Que se dedica a estilista ahora. Y le tengo tanta pena. ¿Nos tienes pena, Martín? Yo sí. Lamento tanto que ya no estés conmigo. Pero que te quede claro que no te quiero. El problema con las palabras es que no son retroactivas. Estoy pensando en las noches que nos fugábamos a tu departamento y me hacías cariño y me contabas del mar. Estoy pensando en las noches, nuestras noches, y siento que no voy a poder terminar esto sin un whisky. ¿Te conté que ya no tomo? ¿No? Bueno, era mentira. Mentira como que soy mujer, mentira como que soy hombre, mentira como que no te extraño.
La Chabela se llevó varias maletas bien pesadas en el crucero. Trece maletas. Todos pensaban que era mucho, pero ella no. Las mujeres con clase siempre viajan con muchas maletas, dice. Aunque nunca reveló el contenido. Verás, una mujer como ella es una mujer con trucos. Por algo logró salir de la mierda de población callampa en la que vivía y se casó con el viejo con plata ese. En las maletas lleva sus vestidos, trajes de baño y pareos. Pero no en todas. En algunas lleva los pedazos del viejo que no se quería morir y en otras al hijo enfermo. Una mujer con clase no puede vivir pensando en un pendejo. Y algunas noches las tira al mar y las ve hundirse. Igual que lo hicimos nosotros. Nos fuimos guardando cosas de a poco, y las sepultábamos. Yo en el desierto que es mi alma y tú en tu mar. Nos fuimos guardando tantas cosas. Como esa vez que no fui al funeral de tu padre porque no tenía una corbata bonita que usar. La verdad es que estaba espantado. Estaba petrificado de pensar que te iba a ver llorar, y con eso hacerte humano. Eras mío.

Este soy yo, tratando de escribir, pensando que sería mejor si hubiese sido mujer y te hubiese podido dar hijos. O tal vez simplemente no haber dejado nunca de besarte. No te quiero. Este soy yo. Solo en mi departamento que nunca quise hacer nuestro, escribiendo en mi mesa que nunca te dejé poner, en mi silla que nunca conoció tu peso. Y pienso en  la noche que me rodea y en lo fatal. El piano es el instrumento de la fatalidad. Te escucho respirar, sabes. Justo encima de mí, y mientras escribo todo esto puedo sentirte leyendo y quiero decirte que no te quiero y que soy tuyo, o que tal vez hubiese sido mejor que nunca me hubieras visto mi lengua. Te enamoraste de la forma en que mi lengua moldeaba el helado y te maté con esa misma lengua, que fue moldeándonos hasta convertirnos en esto. Frente a mi está el espejo grande que compramos juntos. Me miro y me veo mal. Mis lentes fuera de moda, mis ropas apestosas a cloro y humo y mi mirar, que nunca fue como tu mirar. Este soy yo, tratando de escribir, tratando de decirte que no te quiero, pero se me hace imposible. Me voy a servir un whisky, con harto hielo, y trataré de no ahogarme con ellos. Este soy yo, Martín, pero ahora soy otro. Este soy yo, solo.