lunes, 20 de abril de 2015

Negro sobre rosado

Despierto y el dolor en las costillas me recuerda que sigo vivo. Nausea, dolor y mareos, como todas las mañanas. TIK TOK TIK TOK TIK TOK. La verdad es que me voy a morir, pero pronto. No estoy hablando en ese sentido abstracto de conciencia de la muerte que todo hombre tiene, no. Yo estoy cerca de la muerte, coqueteando con ella. Siento sus fríos labios posarse en mi cuello o su lengua pasando por mi clavícula. TIK TOK TIK TOK TIK TOK. Me voy a morir. Cáncer, Danny-boy, cáncer. Del tipo extendido. De mis pulmones a mi sangre a mis huesos. Pequeñas aglomeraciones de muerte que revolotean por mi organismo. No quiero salir de la cama. Extiendo la mano y busco a ciegas las pastillas. Te quedan meses de vida, Danny-boy, y nadie va a llorar por eso. Todos se han ido y la fiesta se ha acabado, Danny-boy. Estoy tomando una mezcla de opioides. Un nuevo derivado del Demerol, pero menos adictivo. Dios santo, me voy a morir y mi doctor me consuela que al menos no voy a morir siendo un adicto a un derivado de la morfina. “Sí, bueno, fue una agonía larga y horrorosa, llena de sangre y vómitos de bilis, pero al menos nunca fue dependiente de fármacos”. En otras noticias, las olas siguen su eterno ritmo contra la arena, lo cual significa que no estoy sordo. Dicen que hay que buscar las pequeñas felicidades. Supongo que hay algo de reconfortante, por New Age que sea, en seguir escuchando al mar. Encuentro las pastillas y media hora después logro levantarme de la cama.

TIK TOK TIK TOK TIK TOK. En alguna parte de la casa MGMT suena, lo cual quiere decir que mi hermano mayor está de visita. Espero que no haya venido con la aburrida de su esposa. Camino lentamente por el pasillo y voy al baño. Me ducho con agua helada. Hay que recordarle al cuerpo que es verano y que sigo vivo. A este cuerpo que me ha traicionado. Que ha decidido, de un minuto a otro, hacerle caso al Ministerio de Salud y llenarme los pulmones de mierda negra. Salgo de la ducha y vuelvo a mi pieza. La Kathy ya ha hecho la cama y me ha dejado la ropa colgada y planchada. Me pongo unos pantalones de tela y una polera azul. Soy el típico santiaguino cansado que ha decidido escapar a Maintencillo en un intento de recuperar su juventud hippie y salirse de la rutina corporativa que le come el alma, excepto que no soy hippie, si no que prefiero las ropas ligeras porque no pesan tanto. Y no escapo de nada, simplemente espero. Y no estoy cansado de vivir, simplemente mi cuerpo se ha vuelto loco y ha decidido atacarse y dejar que el cáncer me coma por dentro. Y yo, yo espero. TIK TOK TIK TOK TIK TOK.

Salgo al living y me encuentro con mi hermano sentado leyendo el diario. Cuando me ve entrar se para y me abraza suavemente, con miedo a romperme. Supongo que he bajado mucho de peso, pero bueno, cuando te llenan de veneno la comida deja de resultar demasiado atractiva. Kathy tiene preparado el desayuno, huevos revueltos y pan recién horneado. Kathy está todos los días conmigo. Siento pena por ella. Cuando llegó me dijo que siempre le habían gustado mis programas. Me la imagino en su pieza, maravillada por mi sonrisa perfecta y mi peinado impecable, escuchando atenta cada pregunta que hago. La veo verme bailar la danza del entrevistado con presidentes, ministros y estrellas de cine. La veo, como tantos que me veían, reírme sutilmente de modelos y criticar a los criticables y defender a los defendibles. Y la veo verme ahora, demacrado y sin pelo. Solo, ella me ve siempre solo. Y es verdad, lo estoy. Tantos años en la pantalla vertiendo mi vida en llenar la vida de otros y la mía ahora en el suelo, sin nada más que un cuerpo traicionero. Me siento a comer con mi hermano, quien me cuenta lo que ha pasado en todas partes mientras he permanecido en este aislamiento. Me cuenta que su hija mayor fue aceptada en una universidad importante, que la Daniela, el tesoro de sus ojos, va a ser la protagonista de Romeo y Julieta en su colegio y que el Dieguito hizo algo tierno. No lo escucho, no realmente. Prefiero escuchar el reventar de las olas. Los relojes son implacables, con su marcha cruel y forzada, completamente antinatural. TIK TOK TIK TOK TIK TOK. Las olas siguen el ritmo de las olas. A veces alguna se apura o se retrasa, pero siguen siempre llegando. Bajan en intensidad y ritmo, pero nunca cesan en su misión. Me imagino mi cuerpo como el mar. Un cuerpo obsesionado con la destrucción, que lanza marejadas de pequeñas células kamikaze atacando órgano tras órgano, carcomiendo, de la misma forma que el mar ataca las piedras hasta convertirlas en arena. Carcomer. Es todo lo que sabe hacer, carcomer. TIK TOK TIK TOK TIK TOK. Termino de comer y prendo el primer cigarro del día.
-Daniel, apaga eso.- Me dice Matías.
-¿O si no qué? No es como que me pueda dar más cáncer.-
-¿No te das cuenta que no es bueno para ti?-
-Me voy a morir pronto de todas formas.-
-Eso no lo…-
-Lo sé. El doctor me dio seis meses hace dos meses. Esta hueva está muy avanzada y ya no hay anda que nadie pueda hacer.-
-Pero no hemos…-
-No hay más tratamientos. Tú tranquilo, que yo sé de esto. Yo me voy a morir, y no tengo problemas con eso, así que tú tampoco.-
Danny-boy está solo en el mundo, como siempre quiso estarlo, y ahora eso lo aterra. Ya no hay ojos que te validen tu imagen, Danny-boy, ni cámaras que cuenten de tus escapadas nocturnas con actrices y modelos o tus grandes rounds con políticos. Ya no hay nadie tras tu imagen, Danny-boy, excepto la Parca. TIK TOK TIK TOK TIK TOK.

Matías le pregunta a Kathy por el número de cigarros que me fumo al día y ella le responde con la mitad de la verdad. Amable y tierna Kathy, que se sienta todas las tardes conmigo en la terraza y jugamos a los entrevistados. Le encanta soñar que es la estrella de mi programa. Todas las tardes se inventa un nuevo logro y la entrevisto por ello. La primera chilena en la luna, la mujer que termina con el problema mapuche, la primera dama chilena de Argentina, la primera comandante en jefe del ejército. Linda e ilusa Kathy con sus fantasías.  Salimos con Matías a la terraza y me habla de su familia. Le encanta hablar de su familia, cuando sabe que yo no tengo a nadie que me llore. Mejor, lo prefiero así. No podría estar pensando en el sufrimiento ajeno en este estado. No me imagino consolando a una esposa o un hijo cuando soy yo quien muere. Siento el reloj y su maldito caminar desde mi muñeca. Es como si cada segundo entrara en mis venas y viajara hasta mi cabeza. Puedo sentirlo, siempre, caminando. Un vals entre yo y la muerte. Aburridor. Esperar morir es realmente aburrido. Hubiese preferido morir de un golpe. Los primeros días los pasaba sentado, leyendo o mirando el mar, pero eso aburre. Parte de ser un paciente es no perder la paciencia, y nunca he tenido esa habilidad. Pasé a escuchar música o esperar las visitas ocasionales de mis amigos. Un día hasta vinieron de un matinal para entrevistarme. Pero el tiempo pasó y yo no me morí, lo cual no me sacó de las pantallas y portadas. Mis amigos se hicieron menos y sus visitas se esparcieron en el tiempo. Mi hermano es el único que continua viniendo, dos veces en la semana y con la familia completa cada fin de semana por medio. La verdad es que morirse es una lata. Estoy demasiado débil y lleno de cáncer como para hacer algo de utilidad que ocupe mi tiempo y demasiado vivo como para pasar los días dopado en cama, evitando la realidad. No puedo leer ni escribir porque los ojos me lloran y se me cansan pero tampoco quiero dormir todo el tiempo. Y mi hermano, por mucho que lo quiera, me aburre. Cada cierto tiempo llega alguna mujer de mi pasado a visitar o una antigua fan a dejar flores. Las primeras siempre se espantan con mi cráneo si pelos y mis ojos hundidos, aunque tratan de ocultarlo, ese reflejo involuntario en la comisura de los labios siempre las delata. Puedo verlas conteniendo el grito y el asco. Oh, Danny-boy, pero que malo eres, si no es su culpa. Recuerda que eres una abominación. Eres un muerto de 44 años, y nadie debería morir a tan corta edad. Matías sigue contando algo sobre la empresa, que aparentemente ha crecido y planea seguir expandiendo. Nunca tuve mente para los negocios y ahora con suerte puedo recordar el precio de mis Lucky Lights.
-¿Te quedas a almorzar?- le pregunto
-¿Me estás preguntando o es esa una de tus clásicas invitaciones veladas?-
-Dile a la Kathy que te quedas. Hoy comemos caldillo.-
Nunca hemos podido mantener un diálogo. Desde niños que intercambiamos preguntas. Estamos encerrados en un eterno juego de ver quién es el más inteligente y creativo de los dos. A veces pienso en él y me da pena. Madre murió el año pasado. La pena de mi inminente muerte la mató y yo sigo acá, entre las olas y la nausea. Padre nunca estuvo. Conmigo enterrado, la familia de Matías se va a ver reducida a la familia de Matías, con la aburridora de su señora, mis dos brillantes sobrinas, Bianca y Daniela, y Dieguito, quien por suerte heredó algo de mi carisma. Me da pena porque me van a extrañar. Incluso Diego, a sus diez años, puede entender que me muero día a día. En mi pieza tengo uno de esos relojes de arena antiguos. Dura exactamente 3 minutos. Por las noches mido el tiempo en fragmentos de tres minutos. Lloro por tres minutos, me despido del mar por tres minutos, le dedico un pensamiento a mi familia por tres minutos, me fumo un último cigarro por tres minutos y ruego por morir en los últimos tres minutos. Luego me duermo. El tiempo es mi obsesión. TIK TOK TIK TOK TIK TOK. La gente dice que vive en función del tiempo, yo vivo en tiempo prestado. La certeza de la muerte solo genera mayor incertidumbre. Sé que me quedan cuatro meses, pero quiero el día, la hora, el minuto. Quiero saber cuándo me voy a morir, no sólo saber que me voy a morir.

No sé quien dijo que al morir uno se arrepiente más de las cosas que no hizo que de los errores. Es una mentira. Cuando te vas a morir, te arrepientes de no tener más tiempo para hacer las cosas. Los proyectos a medio terminar me acosan. Son pequeños fantasmas que me siguen a todas partes, carcomiendo mi mente. Porque claro, ahora todos carcomen. Me gusta ese verbo. Danny-boy, estás siendo carcomido por el tiempo y tus angustias. No eres capaz de dejarte morir en paz, porque nunca has conocido la paz ¿o no, Danny-boy? Siempre estuviste en guerra. Hiciste una carrera de tus ataques, de esa lengua rápida y una mente aguda. Tantos años practicando para poder leer las más pequeñas señales en las caras y cuerpos de las personas y fallaste en reconocer los síntomas más básicos que te dio tu propio cuerpo cuando empezó a rebelarse. Igual que un zar, no pensaste que había un problema hasta que ya la revolución era imposible de detener. Danny-boy y el error de confiar en si mismo más que en los otros. Te negaste al amor bajo esa premisa, de que eras mejor que el resto, y ahora todo tu cuerpo excepto tu corazón se niega a seguir sirviendo al gran tirano. Este es el final de la historia, Danny-boy, pero no aún. Falta tu canto del cisne.

Dejo el libro en la mesa del comedor y me incorporo. Ya casi no me quedan fuerzas. Este es uno de esos fines de semana que paso solo. Bajo a la playa y camino por la orilla. A unos metros, Kathy, con su mirada bondadosa, mantiene su eterna vigilia sobre mí. Con su mirada vigilante y experta, esa visión humanizante que tienen las enfermeras y los malos doctores de un paciente que sabe no se va a recuperar. El mar lame mis pies descalzos. Pienso en el mar, la gran constante en este mundo. Mientras las montañas pierden sus formas, mientras los desiertos avanzan y los valles se erosionan, el mar sigue ahí, con sus límites fijos y su misión imperialista sobre este mundo. El mar que busca engullirnos a todos. El mar infinito en tiempo y capacidad. Esta enfermedad es como tener un mar dentro. Poco a poco va avanzando, paciente, no presiona, simplemente está ahí, enviando oleada tras oleada de células terroristas. Me cuesta respirar y el efecto de las pastillas y la marihuana empiezan a esfumarse. Inspiro profundo y siento la nausea. Dobla mi cuerpo como un muñeco de trapo y me obliga a devolver el almuerzo y el té. Mi vómito cae al mar y desaparece en la espuma. Amarillo biliar sobre el dorado de la arena. Caigo de bruces y pierdo la capacidad de respirar. De reojo veo a Kathy correr a mi lado. Enfoco mis pensamientos en el mar. Si existe un dios, debe de residir en lo profundo del océano. Siento las manos de Kathy tratando de ayudarme a incorporarme. Del mar sale un surfista joven y la ayuda a llevarme a la casa. Despierto en mi cama de noche. ¿Cuánto tiempo ha pasado? TIK TOK TIK TOK TIK TOK. ¿Hasta cuándo debo despertar? La nausea nuevamente. Kathy sentada a mi lado, me ayuda a tragar unas pastillas y lleva un vaso con agua a mis labios. Me alegro que nadie me vea así de débil. El sufrimiento debería ser siempre privado. Nunca entendí a la gente que discutía y lloraba en lugares públicos, arrastrando a los pasantes a ese minuto tan álgido de su sentimentalidad. Lo consideraba una invasión tan forzada a la psiquis de las personas. Este soy yo, sufriendo. Mírame incómodo y sufre por mí.

Unos días después estoy de vuelta en la playa. El sol aleja un poco el frío constante que siento. Estoy acostado en la arena, con un cigarro de marihuana en la mano. Recuerdo cuando empecé a fumar. Tenía 16 y encontraba tan genial la imagen de ese punto naranjo entre mis dedos en contraste con la noche. Las formas del humo que salían de mi boca parecían contar historias de grandes reyes peleando quimeras. Con el tiempo se fue volviendo parte de mí. En mis principios, invitaba a mis entrevistados a cafés y antes de sacar una grabadora tenía prendido mi primer cigarro. En la redacción me pusieron el dragón de cobre, en honor a mi pelo. Y ahora ya no existe. La inmortal bestia ha sido asesinada. En algún pueblo perdido exhiben los huesos de la criatura como la gran atracción, Danny-boy. Un museo dedicado a las grandes glorias definidas como tales por su mismo héroe. Fuiste tu más grande ilusión, Danny-boy, y ahora todo se cae a pedazos. Las antiguas escamas impenetrables yacen esparcidas por un campo desierto de lo que es tu vida. El mar continúa su marcha y yo le pego una aspirada más al pito. Tengo la mente clara y el cuerpo tortuoso. Bueno, siempre hay una primera vez para todo. Y esta primera vez será tu última, Danny-boy.
-Coma algo, señor Daniel. No puede estar sin comer. Sabe que no le hace bien.-
-Esa lógica funciona para los sanos, Kathy. Hay que estar sano para mantenerse vivo. Yo no estoy sano y probablemente no pase mucho más tiempo vivo tampoco.-
-Sabe, su problema es que no quiere morir porque le entretiene demasiado el recordarle a todo el mundo que se va a morir. Es usted un egoísta de primera. Por lo menos podría tener algo de dignidad en la muerte y enfrentarla igual como enfrentaba su vida, con coraje.-
-Por enésima vez, Kathy, ese héroe televisivo era una imagen muy hábilmente creada por el genio de mi productor, mi agente y yo.-
-Usted dice eso pero no le creo. El hombre que yo conocí no es el hombre de ahora.-
-El hombre de la tele no pensaba que se iba a morir.-
-Ahí lo tiene de nuevo. La muerte no le va a llegar por llamarla todas las veces al día. Coma, que necesita fuerzas para seguir.-
TIK TOK TIK TOK TIK TOK. La pregunta  que me persigue es la misma que me niego a enfrentar. ¿He cambiado con la enfermedad o siempre he sido un cobarde? En mi carrera he sido responsable de revelar varios fraudes corporativos, montones de abusos de autoridad y hasta logré bajar una candidatura presidencial, pero ese era otro. Ese era el dragón. Ahora soy un espectro, deambulando una casa en la playa, atormentado por el tiempo y su pasar y las ausencias. No quiero decirlo, pero extraño a mi familia. Curioso, nunca me he referido a ellos de esa manera, pero los quiero acá. Hacerlos venir sería un acto de egoísmo puro. Sería hacerlos enfrentar este cascarón. No, prefiero que no vengan. La soledad nunca me ha asustado, aunque ahora entiendo lo aterrador que puede llegar a ser. TIK TOK TIK TOK TIK TOK. El tiempo me recuerda que voy a morir solo. Puede que sea el acto menos humano de todos. El respirar por última vez y no ver a quienes realmente amaste. Hace meses que en mi velador hay cinco sobres cerrados. Mi carta final para mis tres sobrinos, mi hermano y su aburridora esposa. Sí, hasta ella tiene una pequeña carta de despedida. A todos les pido que no me recuerden como ahora. En una acto de extrema vanidad, les pido que me recuerden como me recordará la televisión, vigoroso, astuto y con una buena cabellera. Mi pelo siempre fue mi gran orgullo. Pasar mi mano ahora por mi cráneo desnudo me hiere más que nada. Evito toda superficie reflejante. No quiero saber de cómo me veo, me puedo hacer una buena imagen al ver la cara de quienes me conocieron. Al ver esa pequeña mueca de horror contenido. No puedo evitar sonreír al pensar lo divertido que sería presentarme en un estelar luciendo de este modo. El antiguamente grande Daniel Citrini ahora convertido en un cuesco de hombre. Los ratings reventarían mientras yo hablo con mi nueva voz ronca y pausada, tratando desesperadamente de respirar bien para terminar mis oraciones. Para efecto dramático le pediría a Luz, mi maquilladora, que me pusiera sombra en los ojos para aumentar el efecto de cráneo parlante. Sería divertido. Una burla de mi mismo. La entrevista tragicómica del siglo, siendo yo el único que entiende el chiste. TIK TOK TIK TOK TIK TOK Danny-boy y tu ego sigue intacto. Siempre tan grandilocuente.

Despierto. Mi nueva vida se ha reducido a una serie de despertares, como el gran punto alto de mis días. El resto es deambular por la casa. Tratar de terminar lo que sea que Kathy ponga en la mesa y rogar a los dioses que no lo vomite en unas horas. Batallar contra Los Hermanos Karamazov. ¿Puede alguien extrañar un muerto? Son los vivos los que quedan con la ausencia. Quiero morir para no causar más sufrimiento a quienes quiero. Un último gran dolor y luego nada, para todos. TIK TOK TIK TOK TIK TOK.

Se me hace difícil estar despierto ¿O estás durmiendo sin soñar, Danny-boy? ¿Me quedan fuerzas? Cada respiración cuesta lo que cuesta un mundo. Lo tengo todo. Lo tuve todo. Ya no te quedan segundos, Danny-boy. TIK TOK TIK TOK TIK TOK. Quiero terminar este libro. Tanto tiempo perdido impostando una imagen, creando el perfil perfecto, la mirada controlada, el tono de voz, la sonrisa, el peinado y ese ligero movimiento de manos. Ya no me queda pulso. El libro tirita y pesa un kilo. Pequeños temblores que vienen de mi centro y destruyen mi sistema nervioso. Las olas no tienen ese problema. Ellas atacan. Su guerra constante no es mi guerra, es de ellas. De estas células negras, que destruyen mis pulmones. Imagino carne blanda, rosada, llena de vida. Vida que recorre el mundo. “Y siento la embriaguez de que sea en mi sangre donde en este momento palpita y danza el latido de la vida que hay a través del tiempo”. Tagore, Memoricé ese poema cuando tenía 20. Cuando seguía siendo inmortal. Pero ahora es la muerte que recorre tus venas, Danny-boy. Los días pasan sin que te des cuenta. Estás estancado en el mismo capítulo que cada vez se hace más largo ¿cuántas veces van a recorrer tus ojos las mismas palabras? Tu tiempo está cerca, Danny-boy. Tu tiempo y el de nadie más.

Ya no puedo levantarme. Me refugio en un rincón de mi mente. Kathy va y viene. Algo pincha mi brazo. Pica. Me inyectan vida, creo. Podrían inyectar veneno por todo lo que sé ¿No puedes abrir los ojos, Danny-boy? Pienso en mi hermano. Una mano suave se entrelaza con mis dedos ¿Mi sobrina? Juega con la vida, Danny-boy. Pienso en el mar. Las olas sigue, las rocas resisten. Yo no. Mi cuerpo se ha convertido en arena. Despierto. Los veo. O creo verlos. Lloran, pero me sonríen. Mi hermano dice algo que no puedo recordar. Kathy me ayuda y me siento en la cama. Los sobres. Debo entregar los sobres. Mi voz ronca les ordena que no los abran ¿Egoísmo?¿No crees que ya es hora de dejarlo ir? Libérate, Danny-boy. El tiempo ya ha dejado de fluir y ellos siguen ahí. El segundo eterno en que te escuchan tu respirar irregular. Exhala, Danny-boy. Deja de esperar el momento perfecto. Las luces ya se han apagado, las cámaras ya no corren y las risas se han fundido en el vacío del escenario. Exhala, Danny-boy y ven. Vuelve al origen. Ven. Libra tu cuerpo de esta carga. Los relojes ya no corren y las olas se han detenido. Sobre ellas, la luna se refleja tranquila en el mar inmóvil. El negro de la noche se ha asentado sobre tu rosada carne. Abre tu cuerpo. Ya no habrá amaneceres. Ven, Danny-boy. Exhala.

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