lunes, 25 de mayo de 2015

Manzanos Cortados

A la memoria de Patricio, Exequiel y Diego
Y para Mache, que me contó la historia

A 5 horas del final

La madre se preocupa por el hijo. El hijo que marcha. El hijo que ayuda. El hijo que ha salido por otros, porque siempre son los otros que somos nosotros quienes sufren. No hay miedo. Hay miedo. Miles detrás, un grupo, la gente, una persona, los compañeros desconocidos, tus compañeros de escuela, la compañía de baile, los voluntarios, la familia. Los otros, los otros, los otros. 
Una generación se moviliza antes, ahora y siempre bajo la misma bandera. Somos quienes gritan en las calles. Se marcha por la educación. Es el 85 y son gritos y aplausos. Es el 15 y son cantos y aplausos. Hace calor en el pueblo. Está nublado en el puerto. Marchamos porque el país no nos da lo que merecemos, lo que nos prometieron, lo que teníamos al nacer bajo la mano dura bajo la mano blanda, bajo el voto de nuestros padres y el silencio impuesto. 
La madre se mueve por la casa y limpia con los sonidos de la tele contando que son miles y que nada pasa hasta que cae la primera bomba, hasta el agua quema la carne y hace desear ser sólo huesos. Es un movimiento que con los nervios al aire. La carne roja en las manos sangrantes de tanto aplaudir, de golpear los muros, de sostener las puertas de las iglesias que los refugiaron y que ahora miran a sus hijos desde los campanarios. Nervios expuestos en un canto. Un grito a voz pelada. Va a caer, cayó, no se fue nunca.
La madre no es mi madre ni la tuya ni la nuestra ni la de ellos. La madre es solitaria y personal. La federación recién armada desde un galpón desafía al gobierno  y sale voluntaria para ayudar al pueblo. Son estudiantes que saben todo y nada. La federación que por la tele y la radio llama a la ciudad a despertar, que las calles son los medios y los inmortalizan en fotografías o los dejan solos en los ojos. Solo en la memoria vive el árbol y la sierra, que con sus dientes mecánicos se acerca al tronco, que no se mueve, que no se inmuta su corteza ni tiritan sus hojas.  

A 3 horas del final

Las mujeres que la policía arrastra y mete en sus oscuros buses. La patada artera. El golpe desmedido. El callejón oscuro. Las voces que se alzan y cantan La Muralla. Las voces contra la mano represora. El joven artista que con sus manos manchadas de tinta tira del brazo que retuerce, buscando liberarla a ella, que conoce, que ama, que nunca la ha visto. Es el 15 y los del 85 miran con miedo. Miedo por los niños que ya han crecido y que son sus niños que ahora lideran la carga. Los miran con orgullo y tejen sus banderas. Una mano toca el piano. Unos pies se clavan en el suelo. Risas en el puerto que pintan y siguen sus colores, su alegría. Gritos en los calabozos secos, oscuros y sofocantes. ¡Dame tu nombre, pendejo de mierda! Tienen miedo y no lo tienen. Tienen la razón.
El lienzo alzado, los colores del puerto y los colores de la marcha, de los estudiantes y sus risas. Nada malo pasa. La policía que hostiga. El humo que no deja respirar. En los calabozos las bocas se turnan en busca de aire. Son las mujeres quienes bailan al ritmo de las batucadas, llenas de alegría; que le sonríen a los pobladores, que les traen té y los ayudan a levantar sus casas. Son las mujeres que las manos enguantadas codician, que agarran del brazo y buscan la teta, la pierna, el culo. Son las mujeres que desean los milicos. Las buscan para llevarlas donde sus gritos no sean oídos. Son las mujeres que antes estaban a la sombra del árbol, esperando de sus flores sus frutos. Frutos aún verdes que miran a las hojas de la cierra encenderse y atacar. 

A una hora del final

Los hermanos despiertan angustiados. El sueño los persigue. En el puerto ya no hay sueño, hay música. Los hermanos despiertan intranquilos. La noche seca, húmeda. El sudor que ya no queda en las canchas de tierra en las que los hicieron correr, arrastrarse y gemir. El sudor marcando los cuerpos en la tierra que se hace grumos sobre las heridas. Los viejos del 85 temen por ese sabor en la boca de los jóvenes, pero en el puerto no hay tierra ni gritos ni golpes ni amenazas proclamadas desde el palacio. En el corazón, la madre. En el corazón de los hijos, de la marcha, de la federación, de la patria.
Los jóvenes gritan en júbilo, con rabia, con ganas de cambiar las cosas y los hermanos que se preocupan en silencio. Los medios en silencio, ruidosos, diciendo que todos son culpables, ignorando los cantos, los bailes, la algarabía. Los hermanos de otra época tratando de encontrar la forma de llamar a los jóvenes que marchan, que buscan, que rechazan. 
En los cuarteles, la bala entra en la recámara exigiendo respuestas donde no las hay. Busca sembrar miedo, odio, duda. Los corazones jóvenes que cantan, que claman con sus voces encerradas buscando traspasar los muros y conocer el aire. 

A media hora del final

En el 85 las manos caen sobre los jóvenes y los arrastran, los ciegan a golpes y les impiden dormir, buscando negar el pensamiento. La mirada de burla del milico que no entiende ni busca hacerlo. Son tus enemigos, le dijeron, y con eso condena a los otros. El humo que envuelve quemando las retinas, tapando los pulmones, convirtiendo el aire en ácido. Los cantos que no se ahogan. En el calabozo la espuma llena la boca y el cuerpo deja de ser el cuerpo y se sacude y se golpea contra el suelo. Los cuerpos que son arrastrados, lanzados contra ls paredes, desnudos bajo la mano enguantada. Cerca la bala ansiosa, que no encuentra excusa para salir y conocer la carne, la sangre. Que quiere dejar su huella en la historia como grito, dolor, silencio o cicatriz. 
En el puerto los gritos de escape, de rabia y miedo. Los gritos amenazantes que vienen de detrás de los cascos y los escudos. El golpe seco que lanza al cemento, que lleva a las manos, a los agarres y la fuerza innecesaria. Las manos jóvenes que buscan soltar las garras del monstruo. En el puerto ya no se escuchan las olas. El el puerto, desde sus palacios, los honorables no miran a los jóvenes. Vuelven los ojos a sus ombligos rebosantes y se palmotean las espaldas complacidos de sus palabras de progreso, de equidad. Palabras sin memoria, sin ganas de desafiar el sistema. Las voces del castillo cantan La Internacional con los pechos escudados en algodón y seda. 
Las manos enguantadas siempre sobre los huesos jóvenes, buscando romper, torcer el músculo. Son tus enemigos, les dijeron, y con eso buscan calmar sus conciencias mientras el palo cae y rompe las cabezas de sus hijos. El escudo que no protege, si no que los atrapa, los empuja, los deja en el suelo inconscientes, mareados, rodeados de gas, gritos y dolor. El lente de la cámara amiga que desafía al tirano. El lente de la cámara ansiosa que busca la sangre derramada. El lente de la cámara traicionera que vende los rostros para castigarlos por atreverse a gritar en las calles, a cantar en las calles, a volver a reclamar la calle. Esa misma calle que ya no es nuestra, es del silencio, de la muchedumbre mansa que sigue y pasa sin mirar, avergonzada de los estudiantes que le recuerdan su propia cobardía. El valor está en las calles. El tirano, en su palacio. El silencio que se quiebra en el puerto, en el pueblo, en los calabozos sin nombre ni ubicación. Cantan los jóvenes cerca de la Plaza Victoria, quien sueña intranquila con la parca. La mano negra que sale del suelo y aprisiona el corazón tembloroso. Las manos del león que comprime el pecho, que no se rinden. Los dientes de metal se saborean y recibe el manzano sus primeros cortes.

A minutos del final

El cartel sobre la casa buscando cambiar los colores, traer alegría, sonrisas, sentido, reivindicación. La bala pasada. El grito de rabia desmedida inunda los oídos de los jóvenes en el calabozo y reverbera en el puerto. La pelea por la vida ha comenzado. La bala sin fallas, pulida con fascinación. El arma limpia e impura. La huesuda aprieta más fuerte y el león que desespera, batiéndose a duelo entre rifles y puñetazos, negándose a soltar su presa. La victoria en el puerto que mira impotente el odio congelado en el corazón helado. No fue culpa nuestra, dirán ellos desde el palacio. Algo estaban haciendo, dirán los medios, ensayando el coro. La voz del general retumba en el 85 y hace eco en el 15. Ya no hay cantos, sólo gritos. Hay llantos y desesperación. La sirena en el puerto que se demora en su llanto. La mente torcida por el sistema, entregada, encadenada al odio añejo, sin sentido, sin cariño ni respeto por nosotros. Es el yo el que se impone, porque todo es suyo. El nosotros lo asusta. Las manos jóvenes que se aferran a los suyos, que buscan recuperarlos. Las manos que tiran de todos lados, buscando libertad, miedo, alegría, odio, esperanza. En el centro el cuerpo inerte de quien marchaba. Y ceca, la victoria ya no canta. El león cae desplomado y mira desde lejos el árbol, que con los dientes ya clavados se tambalea y pierde sus hojas y sus frutos. Desde lejos el ruido sordo y sueltan la bala con alegría. Cae el árbol y desaparece su sombra.

En el final

Grita la madre sola y los hermanos buscan acunarla en sus pechos. Riegan sus lágrimas la tierra del manzano cortado. Canta el viento amenazante y los viejos reviven todo. Se pierde un amigo, un compañero, una vida que quedará en promesa. Tiembla la madre como nunca tembló el árbol ni sus hojas, desperdigadas ahora al aire que libres y ya sin vida son recogidas por los viejos y sus hijos. El dolor que prende velas. Han cortado el árbol pero la tierra ha escondido sus raíces. Busca el tiempo volverlo a ver crecer. Buscan las batucadas y sus bailes ablandar la tierra y machacar en ella sus frutos, enterrando por toda la alameda sus semillas. Queda el canto y el llanto. Queda la rabia. Queda la promesa sin cumplir en la memoria y en las calles de los otros, que somos nosotros, que ahora marchamos

miércoles, 22 de abril de 2015

Parque de las Esculturas y Provi

Centrada

Retrato 1/3

Tercio horizonte

Diagonal

Punto de fuga

Solo punto fuerte

De punto fuerte a punto fuerte

lunes, 20 de abril de 2015

Negro sobre rosado

Despierto y el dolor en las costillas me recuerda que sigo vivo. Nausea, dolor y mareos, como todas las mañanas. TIK TOK TIK TOK TIK TOK. La verdad es que me voy a morir, pero pronto. No estoy hablando en ese sentido abstracto de conciencia de la muerte que todo hombre tiene, no. Yo estoy cerca de la muerte, coqueteando con ella. Siento sus fríos labios posarse en mi cuello o su lengua pasando por mi clavícula. TIK TOK TIK TOK TIK TOK. Me voy a morir. Cáncer, Danny-boy, cáncer. Del tipo extendido. De mis pulmones a mi sangre a mis huesos. Pequeñas aglomeraciones de muerte que revolotean por mi organismo. No quiero salir de la cama. Extiendo la mano y busco a ciegas las pastillas. Te quedan meses de vida, Danny-boy, y nadie va a llorar por eso. Todos se han ido y la fiesta se ha acabado, Danny-boy. Estoy tomando una mezcla de opioides. Un nuevo derivado del Demerol, pero menos adictivo. Dios santo, me voy a morir y mi doctor me consuela que al menos no voy a morir siendo un adicto a un derivado de la morfina. “Sí, bueno, fue una agonía larga y horrorosa, llena de sangre y vómitos de bilis, pero al menos nunca fue dependiente de fármacos”. En otras noticias, las olas siguen su eterno ritmo contra la arena, lo cual significa que no estoy sordo. Dicen que hay que buscar las pequeñas felicidades. Supongo que hay algo de reconfortante, por New Age que sea, en seguir escuchando al mar. Encuentro las pastillas y media hora después logro levantarme de la cama.

TIK TOK TIK TOK TIK TOK. En alguna parte de la casa MGMT suena, lo cual quiere decir que mi hermano mayor está de visita. Espero que no haya venido con la aburrida de su esposa. Camino lentamente por el pasillo y voy al baño. Me ducho con agua helada. Hay que recordarle al cuerpo que es verano y que sigo vivo. A este cuerpo que me ha traicionado. Que ha decidido, de un minuto a otro, hacerle caso al Ministerio de Salud y llenarme los pulmones de mierda negra. Salgo de la ducha y vuelvo a mi pieza. La Kathy ya ha hecho la cama y me ha dejado la ropa colgada y planchada. Me pongo unos pantalones de tela y una polera azul. Soy el típico santiaguino cansado que ha decidido escapar a Maintencillo en un intento de recuperar su juventud hippie y salirse de la rutina corporativa que le come el alma, excepto que no soy hippie, si no que prefiero las ropas ligeras porque no pesan tanto. Y no escapo de nada, simplemente espero. Y no estoy cansado de vivir, simplemente mi cuerpo se ha vuelto loco y ha decidido atacarse y dejar que el cáncer me coma por dentro. Y yo, yo espero. TIK TOK TIK TOK TIK TOK.

Salgo al living y me encuentro con mi hermano sentado leyendo el diario. Cuando me ve entrar se para y me abraza suavemente, con miedo a romperme. Supongo que he bajado mucho de peso, pero bueno, cuando te llenan de veneno la comida deja de resultar demasiado atractiva. Kathy tiene preparado el desayuno, huevos revueltos y pan recién horneado. Kathy está todos los días conmigo. Siento pena por ella. Cuando llegó me dijo que siempre le habían gustado mis programas. Me la imagino en su pieza, maravillada por mi sonrisa perfecta y mi peinado impecable, escuchando atenta cada pregunta que hago. La veo verme bailar la danza del entrevistado con presidentes, ministros y estrellas de cine. La veo, como tantos que me veían, reírme sutilmente de modelos y criticar a los criticables y defender a los defendibles. Y la veo verme ahora, demacrado y sin pelo. Solo, ella me ve siempre solo. Y es verdad, lo estoy. Tantos años en la pantalla vertiendo mi vida en llenar la vida de otros y la mía ahora en el suelo, sin nada más que un cuerpo traicionero. Me siento a comer con mi hermano, quien me cuenta lo que ha pasado en todas partes mientras he permanecido en este aislamiento. Me cuenta que su hija mayor fue aceptada en una universidad importante, que la Daniela, el tesoro de sus ojos, va a ser la protagonista de Romeo y Julieta en su colegio y que el Dieguito hizo algo tierno. No lo escucho, no realmente. Prefiero escuchar el reventar de las olas. Los relojes son implacables, con su marcha cruel y forzada, completamente antinatural. TIK TOK TIK TOK TIK TOK. Las olas siguen el ritmo de las olas. A veces alguna se apura o se retrasa, pero siguen siempre llegando. Bajan en intensidad y ritmo, pero nunca cesan en su misión. Me imagino mi cuerpo como el mar. Un cuerpo obsesionado con la destrucción, que lanza marejadas de pequeñas células kamikaze atacando órgano tras órgano, carcomiendo, de la misma forma que el mar ataca las piedras hasta convertirlas en arena. Carcomer. Es todo lo que sabe hacer, carcomer. TIK TOK TIK TOK TIK TOK. Termino de comer y prendo el primer cigarro del día.
-Daniel, apaga eso.- Me dice Matías.
-¿O si no qué? No es como que me pueda dar más cáncer.-
-¿No te das cuenta que no es bueno para ti?-
-Me voy a morir pronto de todas formas.-
-Eso no lo…-
-Lo sé. El doctor me dio seis meses hace dos meses. Esta hueva está muy avanzada y ya no hay anda que nadie pueda hacer.-
-Pero no hemos…-
-No hay más tratamientos. Tú tranquilo, que yo sé de esto. Yo me voy a morir, y no tengo problemas con eso, así que tú tampoco.-
Danny-boy está solo en el mundo, como siempre quiso estarlo, y ahora eso lo aterra. Ya no hay ojos que te validen tu imagen, Danny-boy, ni cámaras que cuenten de tus escapadas nocturnas con actrices y modelos o tus grandes rounds con políticos. Ya no hay nadie tras tu imagen, Danny-boy, excepto la Parca. TIK TOK TIK TOK TIK TOK.

Matías le pregunta a Kathy por el número de cigarros que me fumo al día y ella le responde con la mitad de la verdad. Amable y tierna Kathy, que se sienta todas las tardes conmigo en la terraza y jugamos a los entrevistados. Le encanta soñar que es la estrella de mi programa. Todas las tardes se inventa un nuevo logro y la entrevisto por ello. La primera chilena en la luna, la mujer que termina con el problema mapuche, la primera dama chilena de Argentina, la primera comandante en jefe del ejército. Linda e ilusa Kathy con sus fantasías.  Salimos con Matías a la terraza y me habla de su familia. Le encanta hablar de su familia, cuando sabe que yo no tengo a nadie que me llore. Mejor, lo prefiero así. No podría estar pensando en el sufrimiento ajeno en este estado. No me imagino consolando a una esposa o un hijo cuando soy yo quien muere. Siento el reloj y su maldito caminar desde mi muñeca. Es como si cada segundo entrara en mis venas y viajara hasta mi cabeza. Puedo sentirlo, siempre, caminando. Un vals entre yo y la muerte. Aburridor. Esperar morir es realmente aburrido. Hubiese preferido morir de un golpe. Los primeros días los pasaba sentado, leyendo o mirando el mar, pero eso aburre. Parte de ser un paciente es no perder la paciencia, y nunca he tenido esa habilidad. Pasé a escuchar música o esperar las visitas ocasionales de mis amigos. Un día hasta vinieron de un matinal para entrevistarme. Pero el tiempo pasó y yo no me morí, lo cual no me sacó de las pantallas y portadas. Mis amigos se hicieron menos y sus visitas se esparcieron en el tiempo. Mi hermano es el único que continua viniendo, dos veces en la semana y con la familia completa cada fin de semana por medio. La verdad es que morirse es una lata. Estoy demasiado débil y lleno de cáncer como para hacer algo de utilidad que ocupe mi tiempo y demasiado vivo como para pasar los días dopado en cama, evitando la realidad. No puedo leer ni escribir porque los ojos me lloran y se me cansan pero tampoco quiero dormir todo el tiempo. Y mi hermano, por mucho que lo quiera, me aburre. Cada cierto tiempo llega alguna mujer de mi pasado a visitar o una antigua fan a dejar flores. Las primeras siempre se espantan con mi cráneo si pelos y mis ojos hundidos, aunque tratan de ocultarlo, ese reflejo involuntario en la comisura de los labios siempre las delata. Puedo verlas conteniendo el grito y el asco. Oh, Danny-boy, pero que malo eres, si no es su culpa. Recuerda que eres una abominación. Eres un muerto de 44 años, y nadie debería morir a tan corta edad. Matías sigue contando algo sobre la empresa, que aparentemente ha crecido y planea seguir expandiendo. Nunca tuve mente para los negocios y ahora con suerte puedo recordar el precio de mis Lucky Lights.
-¿Te quedas a almorzar?- le pregunto
-¿Me estás preguntando o es esa una de tus clásicas invitaciones veladas?-
-Dile a la Kathy que te quedas. Hoy comemos caldillo.-
Nunca hemos podido mantener un diálogo. Desde niños que intercambiamos preguntas. Estamos encerrados en un eterno juego de ver quién es el más inteligente y creativo de los dos. A veces pienso en él y me da pena. Madre murió el año pasado. La pena de mi inminente muerte la mató y yo sigo acá, entre las olas y la nausea. Padre nunca estuvo. Conmigo enterrado, la familia de Matías se va a ver reducida a la familia de Matías, con la aburridora de su señora, mis dos brillantes sobrinas, Bianca y Daniela, y Dieguito, quien por suerte heredó algo de mi carisma. Me da pena porque me van a extrañar. Incluso Diego, a sus diez años, puede entender que me muero día a día. En mi pieza tengo uno de esos relojes de arena antiguos. Dura exactamente 3 minutos. Por las noches mido el tiempo en fragmentos de tres minutos. Lloro por tres minutos, me despido del mar por tres minutos, le dedico un pensamiento a mi familia por tres minutos, me fumo un último cigarro por tres minutos y ruego por morir en los últimos tres minutos. Luego me duermo. El tiempo es mi obsesión. TIK TOK TIK TOK TIK TOK. La gente dice que vive en función del tiempo, yo vivo en tiempo prestado. La certeza de la muerte solo genera mayor incertidumbre. Sé que me quedan cuatro meses, pero quiero el día, la hora, el minuto. Quiero saber cuándo me voy a morir, no sólo saber que me voy a morir.

No sé quien dijo que al morir uno se arrepiente más de las cosas que no hizo que de los errores. Es una mentira. Cuando te vas a morir, te arrepientes de no tener más tiempo para hacer las cosas. Los proyectos a medio terminar me acosan. Son pequeños fantasmas que me siguen a todas partes, carcomiendo mi mente. Porque claro, ahora todos carcomen. Me gusta ese verbo. Danny-boy, estás siendo carcomido por el tiempo y tus angustias. No eres capaz de dejarte morir en paz, porque nunca has conocido la paz ¿o no, Danny-boy? Siempre estuviste en guerra. Hiciste una carrera de tus ataques, de esa lengua rápida y una mente aguda. Tantos años practicando para poder leer las más pequeñas señales en las caras y cuerpos de las personas y fallaste en reconocer los síntomas más básicos que te dio tu propio cuerpo cuando empezó a rebelarse. Igual que un zar, no pensaste que había un problema hasta que ya la revolución era imposible de detener. Danny-boy y el error de confiar en si mismo más que en los otros. Te negaste al amor bajo esa premisa, de que eras mejor que el resto, y ahora todo tu cuerpo excepto tu corazón se niega a seguir sirviendo al gran tirano. Este es el final de la historia, Danny-boy, pero no aún. Falta tu canto del cisne.

Dejo el libro en la mesa del comedor y me incorporo. Ya casi no me quedan fuerzas. Este es uno de esos fines de semana que paso solo. Bajo a la playa y camino por la orilla. A unos metros, Kathy, con su mirada bondadosa, mantiene su eterna vigilia sobre mí. Con su mirada vigilante y experta, esa visión humanizante que tienen las enfermeras y los malos doctores de un paciente que sabe no se va a recuperar. El mar lame mis pies descalzos. Pienso en el mar, la gran constante en este mundo. Mientras las montañas pierden sus formas, mientras los desiertos avanzan y los valles se erosionan, el mar sigue ahí, con sus límites fijos y su misión imperialista sobre este mundo. El mar que busca engullirnos a todos. El mar infinito en tiempo y capacidad. Esta enfermedad es como tener un mar dentro. Poco a poco va avanzando, paciente, no presiona, simplemente está ahí, enviando oleada tras oleada de células terroristas. Me cuesta respirar y el efecto de las pastillas y la marihuana empiezan a esfumarse. Inspiro profundo y siento la nausea. Dobla mi cuerpo como un muñeco de trapo y me obliga a devolver el almuerzo y el té. Mi vómito cae al mar y desaparece en la espuma. Amarillo biliar sobre el dorado de la arena. Caigo de bruces y pierdo la capacidad de respirar. De reojo veo a Kathy correr a mi lado. Enfoco mis pensamientos en el mar. Si existe un dios, debe de residir en lo profundo del océano. Siento las manos de Kathy tratando de ayudarme a incorporarme. Del mar sale un surfista joven y la ayuda a llevarme a la casa. Despierto en mi cama de noche. ¿Cuánto tiempo ha pasado? TIK TOK TIK TOK TIK TOK. ¿Hasta cuándo debo despertar? La nausea nuevamente. Kathy sentada a mi lado, me ayuda a tragar unas pastillas y lleva un vaso con agua a mis labios. Me alegro que nadie me vea así de débil. El sufrimiento debería ser siempre privado. Nunca entendí a la gente que discutía y lloraba en lugares públicos, arrastrando a los pasantes a ese minuto tan álgido de su sentimentalidad. Lo consideraba una invasión tan forzada a la psiquis de las personas. Este soy yo, sufriendo. Mírame incómodo y sufre por mí.

Unos días después estoy de vuelta en la playa. El sol aleja un poco el frío constante que siento. Estoy acostado en la arena, con un cigarro de marihuana en la mano. Recuerdo cuando empecé a fumar. Tenía 16 y encontraba tan genial la imagen de ese punto naranjo entre mis dedos en contraste con la noche. Las formas del humo que salían de mi boca parecían contar historias de grandes reyes peleando quimeras. Con el tiempo se fue volviendo parte de mí. En mis principios, invitaba a mis entrevistados a cafés y antes de sacar una grabadora tenía prendido mi primer cigarro. En la redacción me pusieron el dragón de cobre, en honor a mi pelo. Y ahora ya no existe. La inmortal bestia ha sido asesinada. En algún pueblo perdido exhiben los huesos de la criatura como la gran atracción, Danny-boy. Un museo dedicado a las grandes glorias definidas como tales por su mismo héroe. Fuiste tu más grande ilusión, Danny-boy, y ahora todo se cae a pedazos. Las antiguas escamas impenetrables yacen esparcidas por un campo desierto de lo que es tu vida. El mar continúa su marcha y yo le pego una aspirada más al pito. Tengo la mente clara y el cuerpo tortuoso. Bueno, siempre hay una primera vez para todo. Y esta primera vez será tu última, Danny-boy.
-Coma algo, señor Daniel. No puede estar sin comer. Sabe que no le hace bien.-
-Esa lógica funciona para los sanos, Kathy. Hay que estar sano para mantenerse vivo. Yo no estoy sano y probablemente no pase mucho más tiempo vivo tampoco.-
-Sabe, su problema es que no quiere morir porque le entretiene demasiado el recordarle a todo el mundo que se va a morir. Es usted un egoísta de primera. Por lo menos podría tener algo de dignidad en la muerte y enfrentarla igual como enfrentaba su vida, con coraje.-
-Por enésima vez, Kathy, ese héroe televisivo era una imagen muy hábilmente creada por el genio de mi productor, mi agente y yo.-
-Usted dice eso pero no le creo. El hombre que yo conocí no es el hombre de ahora.-
-El hombre de la tele no pensaba que se iba a morir.-
-Ahí lo tiene de nuevo. La muerte no le va a llegar por llamarla todas las veces al día. Coma, que necesita fuerzas para seguir.-
TIK TOK TIK TOK TIK TOK. La pregunta  que me persigue es la misma que me niego a enfrentar. ¿He cambiado con la enfermedad o siempre he sido un cobarde? En mi carrera he sido responsable de revelar varios fraudes corporativos, montones de abusos de autoridad y hasta logré bajar una candidatura presidencial, pero ese era otro. Ese era el dragón. Ahora soy un espectro, deambulando una casa en la playa, atormentado por el tiempo y su pasar y las ausencias. No quiero decirlo, pero extraño a mi familia. Curioso, nunca me he referido a ellos de esa manera, pero los quiero acá. Hacerlos venir sería un acto de egoísmo puro. Sería hacerlos enfrentar este cascarón. No, prefiero que no vengan. La soledad nunca me ha asustado, aunque ahora entiendo lo aterrador que puede llegar a ser. TIK TOK TIK TOK TIK TOK. El tiempo me recuerda que voy a morir solo. Puede que sea el acto menos humano de todos. El respirar por última vez y no ver a quienes realmente amaste. Hace meses que en mi velador hay cinco sobres cerrados. Mi carta final para mis tres sobrinos, mi hermano y su aburridora esposa. Sí, hasta ella tiene una pequeña carta de despedida. A todos les pido que no me recuerden como ahora. En una acto de extrema vanidad, les pido que me recuerden como me recordará la televisión, vigoroso, astuto y con una buena cabellera. Mi pelo siempre fue mi gran orgullo. Pasar mi mano ahora por mi cráneo desnudo me hiere más que nada. Evito toda superficie reflejante. No quiero saber de cómo me veo, me puedo hacer una buena imagen al ver la cara de quienes me conocieron. Al ver esa pequeña mueca de horror contenido. No puedo evitar sonreír al pensar lo divertido que sería presentarme en un estelar luciendo de este modo. El antiguamente grande Daniel Citrini ahora convertido en un cuesco de hombre. Los ratings reventarían mientras yo hablo con mi nueva voz ronca y pausada, tratando desesperadamente de respirar bien para terminar mis oraciones. Para efecto dramático le pediría a Luz, mi maquilladora, que me pusiera sombra en los ojos para aumentar el efecto de cráneo parlante. Sería divertido. Una burla de mi mismo. La entrevista tragicómica del siglo, siendo yo el único que entiende el chiste. TIK TOK TIK TOK TIK TOK Danny-boy y tu ego sigue intacto. Siempre tan grandilocuente.

Despierto. Mi nueva vida se ha reducido a una serie de despertares, como el gran punto alto de mis días. El resto es deambular por la casa. Tratar de terminar lo que sea que Kathy ponga en la mesa y rogar a los dioses que no lo vomite en unas horas. Batallar contra Los Hermanos Karamazov. ¿Puede alguien extrañar un muerto? Son los vivos los que quedan con la ausencia. Quiero morir para no causar más sufrimiento a quienes quiero. Un último gran dolor y luego nada, para todos. TIK TOK TIK TOK TIK TOK.

Se me hace difícil estar despierto ¿O estás durmiendo sin soñar, Danny-boy? ¿Me quedan fuerzas? Cada respiración cuesta lo que cuesta un mundo. Lo tengo todo. Lo tuve todo. Ya no te quedan segundos, Danny-boy. TIK TOK TIK TOK TIK TOK. Quiero terminar este libro. Tanto tiempo perdido impostando una imagen, creando el perfil perfecto, la mirada controlada, el tono de voz, la sonrisa, el peinado y ese ligero movimiento de manos. Ya no me queda pulso. El libro tirita y pesa un kilo. Pequeños temblores que vienen de mi centro y destruyen mi sistema nervioso. Las olas no tienen ese problema. Ellas atacan. Su guerra constante no es mi guerra, es de ellas. De estas células negras, que destruyen mis pulmones. Imagino carne blanda, rosada, llena de vida. Vida que recorre el mundo. “Y siento la embriaguez de que sea en mi sangre donde en este momento palpita y danza el latido de la vida que hay a través del tiempo”. Tagore, Memoricé ese poema cuando tenía 20. Cuando seguía siendo inmortal. Pero ahora es la muerte que recorre tus venas, Danny-boy. Los días pasan sin que te des cuenta. Estás estancado en el mismo capítulo que cada vez se hace más largo ¿cuántas veces van a recorrer tus ojos las mismas palabras? Tu tiempo está cerca, Danny-boy. Tu tiempo y el de nadie más.

Ya no puedo levantarme. Me refugio en un rincón de mi mente. Kathy va y viene. Algo pincha mi brazo. Pica. Me inyectan vida, creo. Podrían inyectar veneno por todo lo que sé ¿No puedes abrir los ojos, Danny-boy? Pienso en mi hermano. Una mano suave se entrelaza con mis dedos ¿Mi sobrina? Juega con la vida, Danny-boy. Pienso en el mar. Las olas sigue, las rocas resisten. Yo no. Mi cuerpo se ha convertido en arena. Despierto. Los veo. O creo verlos. Lloran, pero me sonríen. Mi hermano dice algo que no puedo recordar. Kathy me ayuda y me siento en la cama. Los sobres. Debo entregar los sobres. Mi voz ronca les ordena que no los abran ¿Egoísmo?¿No crees que ya es hora de dejarlo ir? Libérate, Danny-boy. El tiempo ya ha dejado de fluir y ellos siguen ahí. El segundo eterno en que te escuchan tu respirar irregular. Exhala, Danny-boy. Deja de esperar el momento perfecto. Las luces ya se han apagado, las cámaras ya no corren y las risas se han fundido en el vacío del escenario. Exhala, Danny-boy y ven. Vuelve al origen. Ven. Libra tu cuerpo de esta carga. Los relojes ya no corren y las olas se han detenido. Sobre ellas, la luna se refleja tranquila en el mar inmóvil. El negro de la noche se ha asentado sobre tu rosada carne. Abre tu cuerpo. Ya no habrá amaneceres. Ven, Danny-boy. Exhala.

miércoles, 8 de abril de 2015

Jugando con velocidades. Parque Los Reyes

 40 con barrido

 40 sin barrido

 125

 250

 4000/1

4000/2 

 4000/3

 4000/4

 4000/5

4000/6 

4000/7

 Grupo

Extra

miércoles, 11 de marzo de 2015