Despierto
y el dolor en las costillas me recuerda que sigo vivo. Nausea, dolor y mareos,
como todas las mañanas. TIK TOK TIK TOK TIK TOK. La verdad es que me voy a
morir, pero pronto. No estoy hablando en ese sentido abstracto de conciencia de
la muerte que todo hombre tiene, no. Yo estoy cerca de la muerte, coqueteando
con ella. Siento sus fríos labios posarse en mi cuello o su lengua pasando por
mi clavícula. TIK TOK TIK TOK
TIK TOK. Me voy a morir. Cáncer, Danny-boy, cáncer. Del tipo
extendido. De mis pulmones a mi sangre a mis huesos. Pequeñas aglomeraciones de
muerte que revolotean por mi organismo. No quiero salir de la cama. Extiendo la
mano y busco a ciegas las pastillas. Te quedan meses de vida, Danny-boy, y
nadie va a llorar por eso. Todos se han ido y la fiesta se ha acabado,
Danny-boy. Estoy tomando una mezcla de opioides. Un nuevo derivado del Demerol,
pero menos adictivo. Dios santo, me voy a morir y mi doctor me consuela que al
menos no voy a morir siendo un adicto a un derivado de la morfina. “Sí, bueno,
fue una agonía larga y horrorosa, llena de sangre y vómitos de bilis, pero al
menos nunca fue dependiente de fármacos”. En otras noticias, las olas siguen su
eterno ritmo contra la arena, lo cual significa que no estoy sordo. Dicen que
hay que buscar las pequeñas felicidades. Supongo que hay algo de reconfortante,
por New Age que sea, en seguir escuchando al mar. Encuentro las pastillas y
media hora después logro levantarme de la cama.
TIK TOK TIK TOK TIK TOK. En
alguna parte de la casa MGMT suena, lo cual quiere decir que mi hermano mayor
está de visita. Espero que no haya venido con la aburrida de su esposa. Camino
lentamente por el pasillo y voy al baño. Me ducho con agua helada. Hay que
recordarle al cuerpo que es verano y que sigo vivo. A este cuerpo que me ha
traicionado. Que ha decidido, de un minuto a otro, hacerle caso al Ministerio
de Salud y llenarme los pulmones de mierda negra. Salgo de la ducha y vuelvo a
mi pieza. La Kathy ya ha hecho la cama y me ha dejado la ropa colgada y
planchada. Me pongo unos pantalones de tela y una polera azul. Soy el típico
santiaguino cansado que ha decidido escapar a Maintencillo en un intento de
recuperar su juventud hippie y salirse de la rutina corporativa que le come el
alma, excepto que no soy hippie, si no que prefiero las ropas ligeras porque no
pesan tanto. Y no escapo de nada, simplemente espero. Y no estoy cansado de
vivir, simplemente mi cuerpo se ha vuelto loco y ha decidido atacarse y dejar
que el cáncer me coma por dentro. Y yo, yo espero. TIK TOK TIK TOK TIK TOK.
Salgo
al living y me encuentro con mi hermano sentado leyendo el diario. Cuando me ve
entrar se para y me abraza suavemente, con miedo a romperme. Supongo que he
bajado mucho de peso, pero bueno, cuando te llenan de veneno la comida deja de
resultar demasiado atractiva. Kathy tiene preparado el desayuno, huevos
revueltos y pan recién horneado. Kathy está todos los días conmigo. Siento pena
por ella. Cuando llegó me dijo que siempre le habían gustado mis programas. Me
la imagino en su pieza, maravillada por mi sonrisa perfecta y mi peinado
impecable, escuchando atenta cada pregunta que hago. La veo verme bailar la
danza del entrevistado con presidentes, ministros y estrellas de cine. La veo,
como tantos que me veían, reírme sutilmente de modelos y criticar a los
criticables y defender a los defendibles. Y la veo verme ahora, demacrado y sin
pelo. Solo, ella me ve siempre solo. Y es verdad, lo estoy. Tantos años en la
pantalla vertiendo mi vida en llenar la vida de otros y la mía ahora en el
suelo, sin nada más que un cuerpo traicionero. Me siento a comer con mi
hermano, quien me cuenta lo que ha pasado en todas partes mientras he
permanecido en este aislamiento. Me cuenta que su hija mayor fue aceptada en
una universidad importante, que la Daniela, el tesoro de sus ojos, va a ser la
protagonista de Romeo y Julieta en su colegio y que el Dieguito hizo algo
tierno. No lo escucho, no realmente. Prefiero escuchar el reventar de las olas.
Los relojes son implacables, con su marcha cruel y forzada, completamente
antinatural. TIK TOK TIK TOK TIK TOK. Las olas siguen el ritmo de las olas. A
veces alguna se apura o se retrasa, pero siguen siempre llegando. Bajan en
intensidad y ritmo, pero nunca cesan en su misión. Me imagino mi cuerpo como el
mar. Un cuerpo obsesionado con la destrucción, que lanza marejadas de
pequeñas células kamikaze
atacando órgano tras órgano, carcomiendo, de la misma forma que el mar ataca
las piedras hasta convertirlas en arena. Carcomer. Es todo lo que sabe hacer, carcomer. TIK TOK TIK
TOK TIK TOK. Termino de comer y prendo el primer cigarro del día.
-Daniel,
apaga eso.- Me dice Matías.
-¿O
si no qué? No es como que me pueda dar más cáncer.-
-¿No
te das cuenta que no es bueno para ti?-
-Me
voy a morir pronto de todas formas.-
-Lo
sé. El doctor me dio seis meses hace dos meses. Esta hueva está muy avanzada y
ya no hay anda que nadie pueda hacer.-
-No
hay más tratamientos. Tú tranquilo, que yo sé de esto. Yo me voy a morir, y no
tengo problemas con eso, así que tú tampoco.-
Danny-boy
está solo en el mundo, como siempre quiso estarlo, y ahora eso lo aterra. Ya no
hay ojos que te validen tu imagen, Danny-boy, ni cámaras que cuenten de tus
escapadas nocturnas con actrices y modelos o tus grandes rounds con políticos.
Ya no hay nadie tras tu imagen, Danny-boy, excepto la Parca. TIK TOK TIK TOK
TIK TOK.
Matías
le pregunta a Kathy por el número de cigarros que me fumo al día y ella le
responde con la mitad de la verdad. Amable y tierna Kathy, que se sienta todas
las tardes conmigo en la terraza y jugamos a los entrevistados. Le encanta
soñar que es la estrella de mi programa. Todas las tardes se inventa un nuevo
logro y la entrevisto por ello. La primera chilena en la luna, la mujer que
termina con el problema mapuche, la primera dama chilena de Argentina, la
primera comandante en jefe del ejército. Linda e ilusa Kathy con sus
fantasías. Salimos con Matías a la
terraza y me habla de su familia. Le encanta hablar de su familia, cuando sabe
que yo no tengo a nadie que me llore. Mejor, lo prefiero así. No podría estar
pensando en el sufrimiento ajeno en este estado. No me imagino consolando a una
esposa o un hijo cuando soy yo quien muere. Siento el reloj y su maldito
caminar desde mi muñeca. Es como si cada segundo entrara en mis venas y viajara
hasta mi cabeza. Puedo sentirlo, siempre, caminando. Un vals entre yo y la
muerte. Aburridor. Esperar morir es realmente aburrido. Hubiese preferido morir
de un golpe. Los primeros días los pasaba sentado, leyendo o mirando el mar,
pero eso aburre. Parte de ser un paciente es no perder la paciencia, y nunca he
tenido esa habilidad. Pasé a escuchar música o esperar las visitas ocasionales
de mis amigos. Un día hasta vinieron de un matinal para entrevistarme. Pero el
tiempo pasó y yo no me morí, lo cual no me sacó de las pantallas y portadas.
Mis amigos se hicieron menos y sus visitas se esparcieron en el tiempo. Mi
hermano es el único que continua viniendo, dos veces en la semana y con la
familia completa cada fin de semana por medio. La verdad es que morirse es una
lata. Estoy demasiado débil y lleno de cáncer como para hacer algo de utilidad
que ocupe mi tiempo y demasiado vivo como para pasar los días dopado en cama,
evitando la realidad. No puedo leer ni escribir porque los ojos me lloran y se
me cansan pero tampoco quiero dormir todo el tiempo. Y mi hermano, por mucho
que lo quiera, me aburre. Cada cierto tiempo llega alguna mujer de mi pasado a
visitar o una antigua fan a
dejar
flores. Las primeras siempre se espantan con mi cráneo si pelos y mis ojos
hundidos, aunque tratan de ocultarlo, ese reflejo involuntario en la comisura
de los labios siempre las delata. Puedo verlas conteniendo el grito y el asco.
Oh, Danny-boy, pero que malo eres, si no es su culpa. Recuerda que eres una
abominación. Eres un muerto de 44 años, y nadie debería morir a tan corta edad.
Matías sigue contando algo sobre la empresa, que aparentemente ha crecido y
planea seguir expandiendo. Nunca tuve mente para los negocios y ahora con
suerte puedo recordar el precio de mis Lucky Lights.
-¿Te
quedas a almorzar?- le pregunto
-¿Me
estás preguntando o es esa una de tus clásicas invitaciones veladas?-
-Dile
a la Kathy que te quedas. Hoy comemos caldillo.-
Nunca
hemos podido mantener un diálogo. Desde niños que intercambiamos preguntas.
Estamos encerrados en un eterno juego de ver quién es el más inteligente y
creativo de los dos. A veces pienso en él y me da pena. Madre murió el año
pasado. La pena de mi inminente muerte la mató y yo sigo acá, entre las olas y
la nausea. Padre nunca estuvo. Conmigo enterrado, la familia de Matías se va a
ver reducida a la familia de Matías, con la aburridora de su señora, mis dos
brillantes sobrinas, Bianca y Daniela, y Dieguito, quien por suerte heredó algo
de mi carisma. Me da pena porque me van a extrañar. Incluso Diego, a sus diez
años, puede entender que me muero día a día. En mi pieza tengo uno de esos
relojes de arena antiguos. Dura exactamente 3 minutos. Por las noches mido el
tiempo en fragmentos de tres minutos. Lloro por tres minutos, me despido del
mar por tres minutos, le dedico un pensamiento a mi familia por tres minutos,
me fumo un último cigarro por tres minutos y ruego por morir en los últimos
tres minutos. Luego me duermo. El tiempo es mi obsesión. TIK TOK TIK TOK TIK
TOK. La gente dice que vive en función del tiempo, yo vivo en tiempo prestado.
La certeza de la muerte solo genera mayor incertidumbre. Sé que me quedan
cuatro meses, pero quiero el día, la hora, el minuto. Quiero saber cuándo me
voy a morir, no sólo saber que me voy a morir.
No
sé quien dijo que al morir uno se arrepiente más de las cosas que no hizo que
de los errores. Es una mentira. Cuando te vas a morir, te arrepientes de no
tener más tiempo para hacer las cosas. Los proyectos a medio terminar me
acosan. Son pequeños fantasmas que me siguen a todas partes, carcomiendo mi
mente. Porque claro, ahora todos carcomen. Me gusta ese verbo. Danny-boy, estás
siendo carcomido por el tiempo y tus angustias. No eres capaz de dejarte morir
en paz, porque nunca has conocido la paz ¿o no, Danny-boy? Siempre estuviste en
guerra. Hiciste una carrera de tus ataques, de esa lengua rápida y una mente
aguda. Tantos años practicando para poder leer las más pequeñas señales en las
caras y cuerpos de las personas y fallaste en reconocer los síntomas más
básicos que te dio tu propio cuerpo cuando empezó a rebelarse. Igual que un
zar, no pensaste que había un problema hasta que ya la revolución era imposible
de detener. Danny-boy y el error de confiar en si mismo más que en los otros.
Te negaste al amor bajo esa premisa, de que eras mejor que el resto, y ahora
todo tu cuerpo excepto tu corazón se niega a seguir sirviendo al gran tirano.
Este es el final de la historia, Danny-boy, pero no aún. Falta tu canto del
cisne.
Dejo
el libro en la mesa del comedor y me incorporo. Ya casi no me quedan fuerzas.
Este es uno de esos fines de semana que paso solo. Bajo a la playa y camino por
la orilla. A unos metros, Kathy, con su mirada bondadosa, mantiene su eterna
vigilia sobre mí. Con su mirada vigilante y experta, esa visión humanizante que
tienen las enfermeras y los malos doctores de un paciente que sabe no se va a
recuperar. El mar lame mis pies descalzos. Pienso en el mar, la gran constante
en este mundo. Mientras las montañas pierden sus formas, mientras los desiertos
avanzan y los valles se erosionan, el mar sigue ahí, con sus límites fijos y su
misión imperialista sobre este mundo. El mar que busca engullirnos a todos. El
mar infinito en tiempo y capacidad. Esta enfermedad es como tener un mar
dentro. Poco a poco va avanzando, paciente, no presiona, simplemente está ahí,
enviando oleada tras oleada de células terroristas. Me cuesta respirar y el
efecto de las pastillas y la marihuana empiezan a esfumarse. Inspiro profundo y
siento la nausea. Dobla mi cuerpo como un muñeco de trapo y me obliga a
devolver el almuerzo y el té. Mi vómito cae al mar y desaparece en la espuma.
Amarillo biliar sobre el dorado de la arena. Caigo de bruces y pierdo la capacidad
de respirar. De reojo veo a Kathy correr a mi lado. Enfoco mis pensamientos en
el mar. Si existe un dios, debe de residir en lo profundo del océano. Siento
las manos de Kathy tratando de ayudarme a incorporarme. Del mar sale un
surfista joven y la ayuda a llevarme a la casa. Despierto en mi cama de noche.
¿Cuánto tiempo ha pasado? TIK TOK TIK TOK TIK TOK. ¿Hasta cuándo debo
despertar? La nausea nuevamente. Kathy sentada a mi lado, me ayuda a tragar
unas pastillas y lleva un vaso con agua a mis labios. Me alegro que nadie me
vea así de débil. El sufrimiento debería ser siempre privado. Nunca entendí a
la gente que discutía y lloraba en lugares públicos, arrastrando a los pasantes
a ese minuto tan álgido de su sentimentalidad. Lo consideraba una invasión tan
forzada a la psiquis de las personas. Este soy yo, sufriendo. Mírame incómodo y
sufre por mí.
Unos
días después estoy de vuelta en la playa. El sol aleja un poco el frío
constante que siento. Estoy acostado en la arena, con un cigarro de marihuana
en la mano. Recuerdo cuando empecé a fumar. Tenía 16 y encontraba tan genial la
imagen de ese punto naranjo entre mis dedos en contraste con la noche. Las
formas del humo que salían de mi boca parecían contar historias de grandes
reyes peleando quimeras. Con el tiempo se fue volviendo parte de mí. En mis
principios, invitaba a mis entrevistados a cafés y antes de sacar una grabadora
tenía prendido mi primer cigarro. En la redacción me pusieron el dragón de
cobre, en honor a mi pelo. Y ahora ya no existe. La inmortal bestia ha sido
asesinada. En algún pueblo perdido exhiben los huesos de la criatura como la
gran atracción, Danny-boy. Un museo dedicado a las grandes glorias definidas
como tales por su mismo héroe. Fuiste tu más grande ilusión, Danny-boy, y ahora
todo se cae a pedazos. Las antiguas escamas impenetrables yacen esparcidas por
un campo desierto de lo que es tu vida. El mar continúa su marcha y yo le pego
una aspirada más al pito. Tengo la mente clara y el cuerpo tortuoso. Bueno,
siempre hay una primera vez para todo. Y esta primera vez será tu última,
Danny-boy.
-Coma
algo, señor Daniel. No puede estar sin comer. Sabe que no le hace bien.-
-Esa
lógica funciona para los sanos, Kathy. Hay que estar sano para mantenerse vivo.
Yo no estoy sano y probablemente no pase mucho más tiempo vivo tampoco.-
-Sabe,
su problema es que no quiere morir porque le entretiene demasiado el recordarle
a todo el mundo que se va a morir. Es usted un egoísta de primera. Por lo menos
podría tener algo de dignidad en la muerte y enfrentarla igual como enfrentaba
su vida, con coraje.-
-Por
enésima vez, Kathy, ese héroe televisivo era una imagen muy hábilmente creada
por el genio de mi productor, mi agente y yo.-
-Usted
dice eso pero no le creo. El hombre que yo conocí no es el hombre de ahora.-
-El
hombre de la tele no pensaba que se iba a morir.-
-Ahí
lo tiene de nuevo. La muerte no le va a llegar por llamarla todas las veces al
día. Coma, que necesita fuerzas para seguir.-
TIK
TOK TIK TOK TIK TOK. La pregunta que me persigue
es la misma que me niego a enfrentar. ¿He cambiado con la enfermedad o siempre
he sido un cobarde? En mi carrera he sido responsable de revelar varios fraudes
corporativos, montones de abusos de autoridad y hasta logré bajar una
candidatura presidencial, pero ese era otro. Ese era el dragón. Ahora soy un
espectro, deambulando una casa en la playa, atormentado por el tiempo y su
pasar y las ausencias. No quiero decirlo, pero extraño a mi familia. Curioso,
nunca me he referido a ellos de esa manera, pero los quiero acá. Hacerlos venir
sería un acto de egoísmo puro. Sería hacerlos enfrentar este cascarón. No,
prefiero que no vengan. La soledad nunca me ha asustado, aunque ahora entiendo
lo aterrador que puede llegar a ser. TIK TOK TIK TOK TIK TOK. El tiempo me
recuerda que voy a morir solo. Puede que sea el acto menos humano de todos. El
respirar por última vez y no ver a quienes realmente amaste. Hace meses que en
mi velador hay cinco sobres cerrados. Mi carta final para mis tres sobrinos, mi
hermano y su aburridora esposa. Sí, hasta ella tiene una pequeña carta de
despedida. A todos les pido que no me recuerden como ahora. En una acto de
extrema vanidad, les pido que me recuerden como me recordará la televisión,
vigoroso, astuto y con una buena cabellera. Mi pelo siempre fue mi gran
orgullo. Pasar mi mano ahora por mi cráneo desnudo me hiere más que nada. Evito
toda superficie reflejante. No quiero saber de cómo me veo, me puedo hacer una
buena imagen al ver la cara de quienes me conocieron. Al ver esa pequeña mueca
de horror contenido. No puedo evitar sonreír al pensar lo divertido que sería
presentarme en un estelar luciendo de este modo. El antiguamente grande Daniel
Citrini ahora convertido en un cuesco de hombre. Los ratings reventarían
mientras yo hablo con mi nueva voz ronca y pausada, tratando desesperadamente
de respirar bien para terminar mis oraciones. Para efecto dramático le pediría
a Luz, mi maquilladora, que me pusiera sombra en los ojos para aumentar el
efecto de cráneo parlante. Sería divertido. Una burla de mi mismo. La
entrevista tragicómica del siglo, siendo yo el único que entiende el chiste.
TIK TOK TIK TOK TIK TOK Danny-boy y tu ego sigue intacto. Siempre tan
grandilocuente.
Despierto.
Mi nueva vida se ha reducido a una serie de despertares, como el gran punto
alto de mis días. El resto es deambular por la casa. Tratar de terminar lo que
sea que Kathy ponga en la mesa y rogar a los dioses que no lo vomite en unas
horas. Batallar contra Los Hermanos Karamazov. ¿Puede alguien extrañar un
muerto? Son los vivos los que quedan con la ausencia. Quiero morir para no
causar más sufrimiento a quienes quiero. Un último gran dolor y luego nada,
para todos. TIK TOK TIK TOK TIK TOK.
Se
me hace difícil estar despierto ¿O estás durmiendo sin soñar, Danny-boy? ¿Me
quedan fuerzas? Cada respiración cuesta lo que cuesta un mundo. Lo tengo todo.
Lo tuve todo. Ya no te quedan segundos, Danny-boy. TIK TOK TIK TOK TIK TOK.
Quiero terminar este libro. Tanto tiempo perdido impostando una imagen, creando
el perfil perfecto, la mirada controlada, el tono de voz, la sonrisa, el
peinado y ese ligero movimiento de manos. Ya no me queda pulso. El libro tirita
y pesa un kilo. Pequeños temblores que vienen de mi centro y destruyen mi
sistema nervioso. Las olas no tienen ese problema. Ellas atacan. Su guerra
constante no es mi guerra, es de ellas. De estas células negras, que destruyen
mis pulmones. Imagino carne blanda, rosada, llena de vida. Vida que recorre el
mundo. “Y siento la embriaguez de que sea en mi sangre donde en este momento
palpita y danza el latido de la vida que hay a través del tiempo”. Tagore,
Memoricé ese poema cuando tenía 20. Cuando seguía siendo inmortal. Pero ahora
es la muerte que recorre tus venas, Danny-boy. Los días pasan sin que te des
cuenta. Estás estancado en el mismo capítulo que cada vez se hace más largo
¿cuántas veces van a recorrer tus ojos las mismas palabras? Tu tiempo está
cerca, Danny-boy. Tu tiempo y el de nadie más.
Ya
no puedo levantarme. Me refugio en un rincón de mi mente. Kathy va y viene.
Algo pincha mi brazo. Pica. Me inyectan vida, creo. Podrían inyectar veneno por
todo lo que sé ¿No puedes abrir los ojos, Danny-boy? Pienso en mi hermano. Una
mano suave se entrelaza con mis dedos ¿Mi sobrina? Juega con la vida,
Danny-boy. Pienso en el mar. Las olas sigue, las rocas resisten. Yo no. Mi
cuerpo se ha convertido en arena. Despierto. Los veo. O creo verlos. Lloran,
pero me sonríen. Mi hermano dice algo que no puedo recordar. Kathy me ayuda y
me siento en la cama. Los sobres. Debo entregar los sobres. Mi voz ronca les
ordena que no los abran ¿Egoísmo?¿No crees que ya es hora de dejarlo ir?
Libérate, Danny-boy. El tiempo ya ha dejado de fluir y ellos siguen ahí. El
segundo eterno en que te escuchan tu respirar irregular. Exhala, Danny-boy.
Deja de esperar el momento perfecto. Las luces ya se han apagado, las cámaras
ya no corren y las risas se han fundido en el vacío del escenario. Exhala,
Danny-boy y ven. Vuelve al origen. Ven. Libra tu cuerpo de esta carga. Los
relojes ya no corren y las olas se han detenido. Sobre ellas, la luna se
refleja tranquila en el mar inmóvil. El negro de la noche se ha asentado sobre
tu rosada carne. Abre tu cuerpo. Ya no habrá amaneceres. Ven, Danny-boy.
Exhala.